El Papa ha ido a Australia a hablar a los
jóvenes del Espíritu Santo. ¿No resulta un tanto extraño? Podríamos pensar que
es más fácil hablar de Jesucristo, porque es Dios y hombre, y nos parece que
los jóvenes necesitan palpar la fe, viviendo como viven en un mundo bastante materialista.
Quizá por eso Benedicto XVI, en esta ocasión
explica a la multitud de los oyentes cual es la realidad del Espíritu de Dios
que habita en sus almas. Quiere transmitirles "el ‘cómo’ llegar a ser testigos.
Tenemos necesidad de conocer la persona del Espíritu Santo y su presencia
vivificante en nuestra vida –les decía-. No es fácil. En efecto, la diversidad
de imágenes que encontramos en la Escritura sobre el Espíritu –viento, fuego,
soplo– ponen de manifiesto lo difícil que nos resulta tener una comprensión
clara de él. Y, sin embargo, sabemos que el Espíritu Santo es quien dirige y
define nuestro testimonio sobre Jesucristo, aunque de modo silencioso e
invisible".
Son palabras del Santo Padre en la solemne
Vigilia de oración del sábado por la noche que ya es tradicional de las Jornadas
Mundiales de la Juventud. Antes, en la ceremonia de acogida del jueves, en la
simbólica llegada en barco al muelle de Sydney, ya había adelantado el tema:
"Hace casi dos mil años, los Apóstoles, reunidos en la sala superior de la
casa, junto con María (cf. Hch 1,14) y algunas fieles mujeres, fueron
llenos del Espíritu Santo (cf. Hch 2,4). En aquel momento
extraordinario, que señaló el nacimiento de la Iglesia, la confusión y el miedo
que habían agarrotado a los discípulos de Cristo, se transformaron en una
vigorosa convicción y en la toma de conciencia de un objetivo. Se sintieron
impulsados a hablar de su encuentro con Jesús resucitado".
Desea el Papa que esos jóvenes se conviertan en
intrépidos testigos del "acontecimiento
más grande de todos los tiempos: que Dios se ha hecho uno de nosotros, que el
divino ha entrado en la historia humana para poder transformarla, y que estamos
llamados a empaparnos del amor salvador de Cristo que triunfa sobre el mal y la
muerte". Ante la influencia del relativismo que separa la verdad de la libertad
y la tolerancia de modo antinatural, los jóvenes deben llevar a todos la gran noticia,
y para eso hay que llenarse del Espíritu Santo como lo hicieron los primeros
discípulos el día de Pentecostés.
Y les habla de cómo es el Paráclito, ese
Espíritu indefinible según los parámetros materiales, pero asequible por la fe.
Usando expresiones de San Agustín dice que el Espíritu Santo es "unidad como
comunión, unidad como amor duradero, unidad como dador y don". Por lo tanto,
que el Espíritu les lleva a la comunión en la única Iglesia. Que el Espíritu
les infunde un amor que estaremos en condiciones de llevar a todas las almas,
amor duradero. Que el Espíritu nos anima a darnos, a ser donación como lo es
Dios uno y trino.
"Queridos jóvenes –concluirá el Papa-, ya hemos
visto que el Espíritu Santo es quien realiza la maravillosa comunión de los
creyentes en Cristo Jesús. Fiel a su naturaleza de dador y de don a la vez, él
actúa ahora a través de vosotros. Inspirados por las intuiciones de san
Agustín, haced que el amor unificador sea vuestra medida, el amor
duradero vuestro desafío y el amor que se entrega vuestra misión",
palabras que llegan a todos los cristianos del orbe, palabra dichas en
Australia, y muchas veces también en las antípodas de nuestro pobre modo de
vivir.
Ángel Cabrero Ugarte
Radio Intereconomía, 25 de julio de 2008, 20, 30
horas
Para leer
más:
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de los discursos del Papa en Sydney