Me encuentro muy lleno

 

En la mañana del 27 de julio de 1999, el empresario español José Enrique Diez (1931-1999), uno de los primeros de la Obra que se trasladó a Chile para poner en marcha las tareas del Opus Dei, allá por el comienzo de los años cincuenta, estaba charlando con su hermano Pedro que había viajado de España a New York para acompañarle en su enfermedad en el Memorial Sloane Kettering Cancer Center.

Tras el saludo matutino. José Enrique con toda serenidad le resumió la oración que había tenido a lo largo de aquella noche previa a la operación a vida o muerte a la que se iba a someter: “Pedro esta noche he pensado que mañana a estas horas puedo estar ante Cristo Rey que me ha de juzgar. Me encuentro muy lleno, muy tranquilo y contento de mi vida. Estoy muy cansado, tengo ganas de ver al Señor y a la Virgen” (7).

Con esta impactante conversación arranca el escritor chileno Cristián Sahli, la narración de la vida de un hombre que verdaderamente refleja en su conducta, con todas las letras, la santidad según el espíritu del Opus Dei, es decir un hombre que “ha hecho el Opus Dei siendo realmente Opus Dei” (Carta Pastoral del Prelado del Opus Dei, Roma 28.X.20, n.1). Así pues, estamos ante esas conocidas palabras del Fundador, san Josemaría: “convertir en endecasílabos, verso heroico, la prosa ordinaria de cada día” (Camino 116). Es decir, presentamos una extraordinaria semblanza que narra la vida heroica de un cristiano corriente.

Precisamente esa expresión del aragonés José Enrique Diez; “Me encuentro muy lleno”, es decir, colmado, recuerda el encuentro de nuestro biografiado con el Fundador del Opus Dei a finales de los años cuarenta, cuando acababa de pedir José Enrique la admisión en el Opus Dei y tuvo la fortuna de pasear un rato con san Josemaría por el bosque de pinos de aquella casa de Molino Viejo, cerca de Segovia. Como narraba tantas veces José Enrique, aquella tarde san Josemaría le explicó con tanta fuerza la vocación al Opus Dei y la aventura divina que le esperaba a lo largo de su vida que tomó dos determinaciones: cortar con las dudas y vacilaciones típicas de la primera etapa de la entrega completa a Dios y, la segunda, la de adquirir una sólida formación doctrinal religiosa en el Opus Dei para explicarle a sus colegas y amigos cómo realizar una síntesis entre fe y razón, como la que vio en san Josemaría (16-17).

Efectivamente, las diversas y abundantes aventuras divinas están narradas de manera sencillamente heroica en el libro; penalidades sufrimientos, hambre, penuria, calumnias, escasez y, a la vez, tareas de enseñanza media, profesional, rural, universitaria que nacieron con él y que pudo contemplar hechas cuarenta años después de llegar a Chile.

Realmente, lo que más impresiona, además del crecimiento y la identificación de José Enrique con Dios y con su voluntad, es la continuidad en la amistad con aquellas personas, familias y grupos sociales de toda clase y condición que conoció, cuyos nombres se van desgranando a lo largo del libro y que van transformándose, por la acción de Dios, en personas centradas en Dios: familiares, amigos, compañeros de cursos, antiguos fieles del Opus De, etc.

José Carlos Martin de la Hoz

Cristián Sahli Lecaros, José Enrique, Andros impresores, Santiago de Chile, 139 pp.