Papini y los libros

Giovanni Papini fue un lector empedernido. Esto le llevó -igual que a Borges- a quedarse ciego. En su Exposición personal cuenta cómo se había sentido agobiado por los libros, "hojas secas de la vida, escondidas bajo lomos de oveja" (pág.23). En un arranque de humor escribe:

"Me desagradan los libros impresos. Son demasiados; me rodean cual acreedores desengañados, como jueces sin piedad, cual compañeros opresivos" (pág.56).

Se siente perseguido por los libros y se propone "venderlos todos y hacerme una biblioteca que no me moleste". Explica cómo sería esa biblioteca:

"Estaría integrada por

. Todas las obras antiguas que se han perdido para siempre y de las que no nos quedan más que los títulos y las añoranzas".

Si es la curiosidad la que nos empuja a leer, ésta será máxima respecto de los libros perdidos.

"2º. Por todas las obras soñadas, meditadas y prometidas por escritores modernos de todas las naciones, que no llegaron nunca a escribirse o que, después de escritas fueron destruidas".

Evidentemente las obras no escritas o destruidas ocuparían poco espacio en una biblioteca, por lo que concluye el autor:

"Con semejante biblioteca, que no ocupa casi nada en las paredes y en los pensamientos, me parecería estar mejor; más solo quizá, pero más libre y más rico" (pág.56).

Más rico lo entendemos, ya que habría vendido su biblioteca, pero porqué más solo. El autor lo explica unas páginas más adelante:

"Tenemos miedo a la soledad a nuestro alrededor y por eso convocamos a muertos y vivientes en forma de libros.

"No sabemos hablar con nuestra propia alma e intentamos conversar con los espíritus de los demás.

"Sabemos interpretar a duras penas los caracteres escritos en el inacabado libro del Cielo y la Tierra y por eso ocultamos nuestra ignorancia entre las líneas negras y paralelas de los libros" (pág.111).

Pero habrá casos en los que no sea posible prescindir de la biblioteca. Para estos Papini propone:

"Un día de abstinencia de los libros y una cuaresma de analfabetismo voluntario".

Papini reside lejos de la ciudad y ve la necesidad de buscar a Dios en la naturaleza:

"Un día para convivir con el mundo natural y no ya con sus reflejos,

"una hora para contemplar en la naturaleza la sombra luminosa de lo sobrenatural,

"una pausa al objeto de leer sólo en nuestro corazón,

"una tregua para cerrar los ojos al papel y abrir los del alma dirigiendo la mirada hacia la gran luz que no ciega,

"una etapa de soledad para poder escuchar el silencio de Dios y no siempre los balbuceos de los hombres" (pág.112).

Entre bromas y veras podemos preguntarnos si la lectura -y quien dice la lectura puede pensar en algunas distracciones mucho más banales- no nos aparta de una visión más importante, la que se alcanza no con los ojos de la cara sino con los del alma.

Juan Ignacio Encabo Balbín

Giovanni Papini, Exposición personal, Caralt, 1971.