No cabe duda de que uno de los aspectos que conviene tener muy en cuenta, al analizar y valorar una obra literaria, es la caracterización de los personajes, tanto de los protagonistas como de los secundarios. En este punto, el autor muestra su capacidad de observación, sus dotes para captar la complejidad psicológica del ser humano y su pericia para reflejar esto con la palabra, bien sea a través de la acción bien a través de los diálogos o de otros recursos.

A lo largo de la historia de la literatura, ha habido personajes emblemáticos que han dado pie a numerosos estudios y conjeturas, como Ulises, Penélope, Antígona, Edipo, don Quijote y Sancho, Hamlet, Mefistófeles, don Juan, por poner unos ejemplos de sobra conocidos.

Pero hoy quiero referirme a otro tipo de personajes, a aquellos que atrapan al lector por su humanidad, a aquellos con los que fácilmente nos identificamos en los éxitos y en los fracasos, a aquellos –sean protagonistas o sean secundarios– sobre los que nos gustaría saber más al cerrar el libro, porque nos duele dejarlos. Chesterton señaló con mucho acierto que Dickens fue un maestro sobre todo en la caracterización de los personajes secundarios de sus novelas. ¿Es posible, por ejemplo, olvidar a la señora Peggoty para quien haya leído David Copperfield?

He vivido recientemente este proceso de identificación entrañable con la familia protagonista de Distintas formas de mirar el agua, de Julio Llamazares. Gente corriente, a la que uno termina queriendo e identificándose con lo que vive, lo que siente y lo que piensa. Y esto me ha llevado a rememorar a otros personajes que han dejado unas huellas semejantes en mí, como a la emigrante protagonista de Mi Ántonia, de Willa Cather, o a Cristina, hija de Lavrans, de Sigrid Undset, o a Daniel "el Mochuelo", de El camino de Miguel Delibes, o a la protagonista de Retrato de la madre joven, de Friedrich Delius, o a Alfanhuí, de Rafael Sánchez Ferlosio, o a la familia inglesa de La quincena de septiembre, de R. C. Sherriff, o a los protagonistas de La comedia humana de William Saroyan… La lista sería interminable. También recuerdo que me dolió que se terminará Guerra y paz, porque deseaba que la historia siguiera, así como la relación con los diversos personajes. Dejo para otra ocasión el homenaje a los protagonistas –difíciles de olvidar– de tantos libros infantiles y juveniles que he leído.

 

Luis Ramoneda  

Julio Llamazares,  Distintas formas de mirar el agua, Alfaguara 2015