Santidad de la Iglesia

 

Las recientes campañas denigratorias contra la Iglesia Católica, debidamente orquestadas, han tenido como objetivo manchar el honor y la fama de la Iglesia Católica. No lo han conseguido puesto que la Iglesia, como esposa de Jesucristo es santa en su origen pues procede del Santo de los Santos que es Jesucristo.

Además, es santa su doctrina que mana del costado abierto de Cristo y de la propia vida de Jesucristo. El cristianismo no es una teoría, ni una composición de lugar, ni un código de conducta, sino la misma revelación de Dios a los hombres en la vida y en el actuar de Cristo.

Una de las facetas más maravillosas de la santidad de la Iglesia es la coherencia interna de la doctrina de la Iglesia. Además, está viva y como todo lo vivo es perenemente joven y atractivo.

En primer lugar, podríamos plantearnos por qué hay tantos santos y el hecho de que el propio Espíritu Santo impulse la santidad en ambientes y países y culturas tan viaradas de modo que reflejen el rostro vivo de la Iglesia: siempre reformándose y a la vez siempre dinamizando la santidad del pueblo cristiano. Los santos son modelos e intercesores muy variados.

Se podría hacer una historia de la Iglesia a base de revisar los estilos de vida y la predicación de los sucesivos santos que el espíritu Santo ha suscitado a lo largo de la historia. Verdaderamente, los santos han sido revolucionarios en su tiempo y han levantado oleadas de entusiasmo y fidelidad.

La diferencia entre espiritualidad y espiritualidades muestra como la santidad es para todos los hombres de toda clase y condición. Si sólo hubiera un tipo de santos entonces sólo habría modelos e intercesores para un tipo de personas. La variedad de personas y de santos indica que es para todos y para todos los tiempos.

Asimismo, conviene recordar que el modelo es Cristo y el modelador el Espíritu Santo, por eso, la unidad es útil y es necesaria y la uniformidad ni es útil, ni es necesaria. Por eso, conviene que seamos libres y espontáneos, pues los modelos constriñentes, solo producen patologías.

Para ser santos, comencemos por ser normales. Las “pastorales de conjunto” fueron patologías de los años sesenta que consistían en coordinar y conocerse no en uniformarse para ser gobernados por un determinado equipo que imponía sus criterios de actuación y llamaba Iglesia paralela al que tenía iniciativas sin consultar.

Santos sin formar grupo, ni con mentalidad de grupo cerrado, ni con ambientes cerrados, ni lenguaje estrecho y con terminologías que segregan. El santo Padre habla de integración, de ir al unísono.

Unidad de doctrina, de sacramentos: el catecismo de la Iglesia Católica recoge lo que hemos de creer para salvarnos, los sacramentos para llegar a la santidad y las oraciones del cristiano para llegar a la vida contemplativa

José Carlos Martín de la Hoz