Sequía y abundancia

 

En este país nos encontramos en estos días con un panorama un tanto sorprendente: el gran contraste entre unas regiones y otras en cuanto a la cantidad de agua. Ayer viajaba por Castilla, por la provincia de Segovia, y se notaba abundancia de agua, hasta el punto de advertir la existencia de barrizales y charcos. Y luego nos advirtieron, en dos pueblos diferentes, en la meseta, sobre la humedad grande que hay en las casas e incluso en las iglesias, debido a la gran cantidad del líquido elemento existente.

Que haya lugares en España donde hay una sequía pertinaz y preocupante no deja de resultar chocante. En Andalucía ya nos suena que con más frecuencia andan ahorrando para no quedarse a verlas venir y se sabe que los pantanos están muy bajos con frecuencia. Esto viene de lejos. Resulta más sorprendente, al menos a algunos de los que vivimos en el centro, saber que en Barcelona tienen grandes dificultades papa proveer a todo el mundo.

Y es ahí donde más de uno nos hemos planteado: ¿cómo es posible que no seamos capaces de trasvasar, de poder llevar agua de aquí para allá, teniendo en cuenta las necesidades de unos y de otros? Porque, salvo excepciones, lo de quedarse sin agua nos ha pasado a todos, antes o después. ¿No somos capaces, en este país, de llegar a acuerdos con los vecinos, para estar todos a una, pendiente del que tiene mucho y el que tiene poco?

Me resulta vergonzoso. Pero he oído comentarios, hablando de estos temas, sobre autonomías que se han negado a construir trasvases, a pesar de que ellos no tienen casi nunca problemas. Tal o cual partido político no se ha atrevido a tomar una decisión de construir un traspaso de aguas porque perdería su mayoría en las siguientes elecciones. ¡Verdaderamente lamentable!

Cuando ocurren estas situaciones un poco más llamativas, como ahora con partes de Cataluña y regiones de Andalucía, es cuando oyes o lees esta especie de trifulca, de enemistad, de egoísmos, que dan verdaderamente vergüenza. He oído la opinión de alguno un poco más experto que aseguraba que si todas las regiones tuvieran trasvases, nunca se llegaría en España a que unos se quedaran sin agua. No sé si es una exageración, pero uno puede intuir que algo de eso hay.

También te enteras de que unos valoran más que el Delta del Ebro esté florido y hermoso a que haya gente que se quede sin agua para lo más elemental. O que hay regiones totalmente sobradas, prácticamente siempre, que no estarían dispuestos a hacer una construcción un tanto complicada por no complicarse la vida.

Sinceramente, creo que no se puede hablar de un sentido mínimamente cristiano con estos planteamientos egoístas. Lo que es peor, colectivamente egoístas, pues es casi la generalidad de la población la que no estaría dispuesta a dar una gota de agua al vecino. ¿Esto es España? Un dato más para que no podamos hablar de la España cristiana, porque de eso queda bien poco.

Hay aguas freáticas y acuíferos subterráneos prácticamente sin utilizar, pero cada cual piensa que los demás se las arreglen como puedan. Es un planteamiento vil, egoísta, que no sabe perdonar diferencias, que prefiere dejar en la sequía a quien sea, que mover un dedo por vivir la caridad. Así nos va en tantos niveles de la sociedad nuestra.

Ángel Cabrero Ugarte