Signo de contradicción



El cardenal Wojtyla, como arzobispo de Cracovia predico
los Ejercicios espirituales al Santo Padre Pablo VI y a la Curia Romana en la Cuaresma de 1976. Ediciones
Encuentro, ha tenido el acierto de reeditar los textos de aquellas meditaciones.
El predicador comenzaba con humildad afirmando con el Salmista: "Que me conceda
Dios saber expresarme y pensar como corresponde a ese don, pues Él es el mentor
de la sabiduría y quien marca el camino de la salvación" (Ps.
7,15).


Asimismo, llevaba a los asistentes a la oración personal:
"Señor Tú me sondeas y me conoces (…).
Me entiendes detrás y delante, me cubres con tu palma (…). ¿Adónde iré lejos de
tu aliento? ¿Adonde escaparé de tu mirada?" (Ps.
139,6). "El Señor está cerca" (Filip 4,5).


Enseguida descendió al núcleo de su predicación: la
necesidad de la fortaleza para ser, como Cristo, fieles en tiempo de
persecución: "Jesús de Nazaret, como todos los que dan testimonio de la Verdad, se convirtió en
signo de contradicción para aquellos a los que había sido enviado" (163).


Para ser fieles, decía Juan Pablo II, es necesario
esencialmente, estar fundados en la vida de oración: "La oración es condición para
perseverar en el bien, la condición para superar los problemas de la vida, a
los que está sometido el hombre por su debilidad" (p.175). Dios pide fidelidad:
"La historia de la Iglesia,
en todas las épocas, está llena de ejemplos de fidelísimos seguidores del Buen
Pastor" (p. 186).


En las últimas pláticas hacía una interesante síntesis de
la persecución a la que estaba sometida la Iglesia en los países comunistas: "Jesucristo se
revela de nuevo a los hombres como luz del mundo ¿no se ha convertido, hoy más
que nunca, en ese signo al que los hombres se oponen?"(p.250). Y más adelante:
"Los hechos muestran claramente que la lucha religiosa existe y que por ahora
esta lucha constituye un intocable dogma del Programa (…). El hombre
fortalecido por la fuerza que le da la fe no permite fácilmente ser relegado al
anonimato colectivo (cfr. 2 Cor
12,9)" (p. 253).


Las referencias al fenómeno de la contestación que se
vivía en el interior de la
Iglesia eran también claras: "Esta oposición a Cristo que se
simultanea con una apelación a ël, procedente incluso
de aquellos que se llaman discípulos suyos, es un síntoma característica de los
tiempos que vivimos" (p.252).


Finalmente no faltó una esperanzada referencia a la Madre de Dios. En los
períodos de persecución "de más enconada y premeditada contradicción, María
aparece particularmente cercana a la
Iglesia, porque la
Iglesia es siempre como su Cristo, primero niño, después
crucificado y resucitado" (p.259).


 


 


 


José Carlos Martín de la Hoz


 


 


Juan Pablo II, Signo de
contradicción
, ed. Cristiandad, Madrid 2012