Entre la abrumadora oferta editorial para las próximas navidades, encontramos una joya en la que reparar, leer y promover para que otros gocen, aunque sea por un rato, de la lectura de una obra publicada en ediciones Palabra.

Mediante el sistema de entrevista, el cardenal Sarah, Prefecto de la Congregación para el culto divino expone su opinión sobre los grandes temas actuales acerca de la Iglesia Católica, además de un resumen de la acción de Dios en la historia de su vida: "Fue en el contexto de la Eucaristía diaria donde el padre Bracquemond, descubriendo mi ardiente deseo de conocer a Dios e impresionado quizás por mi amor a la oración y mi fidelidad a la misa diaria, me pregunto si quería entrar en el seminario" (29).

Seguidamente, narra los primeros pasos en su vocación al sacerdocio y a la lucha por la formación. Es conmovedora la sorpresa de los padres ante la impensable posibilidad de que su hijo pueda pertenecer al clero, y por tanto, el inmenso honor de que Dios llame a su hijo único, miembro jovencísimo de la segunda generación de cristianos en Guinea (30).

La clave de la vida del cardenal Sarah está resumida brevemente en las páginas que narran sus estudios en Roma y Jerusalén, cuando vivió en ellas para estudiar, estamos e 1969: "por las mañanas prefería levantarme antes para poder celebrar sin prisas. Sabía que la misa era el momento más importante del día porque sin la eucaristía mi relación con Cristo no podía conocer esa gran intimidad que todo cristiano desea. (...). El sacerdote que descuida su misa ya no es capaz de percibir cuanto nos ama Dios, hasta dar su vida" (57).

Esta autobiografía es verdadera y prueba de ello es la sucesiva aparición de la cruz y el sufrimiento a lo largo de ella. Dolores que afianzan el amor: "La verdad es que jamás dude de mi vocación. Si hubo acontecimientos que me entristecieron, no fueron más que pequeñas heridas que no mermaron mi amor a Dios. Seguí siendo fiel porque le amaba tanto como puede hacerlo un pobre pecador pese a sus limitaciones. Siempre conserve en mi corazón la certeza de que Dios me amaba" (60).

En 1976 es nombrado director del seminario de Guinea: "una noche, uno o varios alumnos prendieron fuego a la capilla. Cuando pedí a los culpables que confesaran públicamente, nadie quiso admitir su responsabilidad. El segundo paso fue pedir a quienes conocieran a los autores de una falta tan grave que los denunciaran" (66). Ante la falta de coherencia de aquellos seminaristas optó por el cierre del seminario durante un año y volver a empezar.

Poco tiempo después, en 1978, con tan solo 34 años, fue nombrado por san Juan Pablo II, arzobispo de Conakri, tuvo que enfrentarse con el dictador Séku Turé, el régimen militar que le sucedió, etc.

Desde el comienzo del nuevo milenio, Sarah es llamado a vivir a Roma para trabajar en la Curia en 2001 y desde 2010 en que Benedicto XVI le crea cardenal y Francisco lo hace Prefecto de la Congregación del Culto divino, su visión de la Iglesia y del mundo es escuchada y tenida en cuenta.

 

José Carlos Martín de la Hoz

Card. Robert Sarah, Dios o nada, ed. Palabra, Madrid 2015, 346 pp.

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