Ansiedad por el estatus

El hombre, como ser social que es, busca la aprobación de su entorno y si piensa que no es aceptado por el grupo sufre, pero no se conforma con una aceptación cualquiera, desea ser reconocido de acuerdo con lo que él piensa que son sus méritos, y si cree que no es reconocido de esa manera sufre. Ciertas circunstancias suponen automáticamente el reconocimiento social, éstas son el dinero y el poder. El hombre que tiene menos dinero y poder que su entorno sufre y se pregunta qué habrá hecho mal en su vida. Se culpabiliza o, en ocasiones, culpabiliza a los demás y al sistema. Todo ello puede producir una neurosis, que el autor denomina "ansiedad por el estatus".

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2004 Taurus
311
Valoración CDL
3
Valoración Socios
2
Average: 2 (1 vote)
Interpretación
  • No Recomendable
  • 1
  • En blanco
  • 2
  • Recomendable
  • 3
  • Muy Recomendable
  • 4

1 valoraciones

2
Género: 

Comentarios

Imagen de enc

El autor titula la primera parte del libro como ‘Causas de la ansiedad por el estatus’. La aceptación social y del entorno, los signos externos de preeminencia social y, lo más difícil de todo, el sentimiento de haber sido reconocido conforme a los propios méritos, todo ello puede causar satisfacción o, por el contrario, ansiedad. El autor da un repaso a los signos de preeminencia social a lo largo de la historia. En una sociedad de cazadores la distinción social se alcanzaría por la capacidad de conseguir alimentos; por el contrario en una sociedad de tenderos u oficinistas las habilidades para la caza tendrían muy poco valor. En la antigüedad las sociedades eran estables y jerarquizadas y cada cual conocía el puesto que le correspondía, no existía movilidad social pero tampoco ansiedad por el estatus; leyes inmutables regían la vida de los hombres y éstos creían en Dios o en el Destino. La Revolución Francesa derribó las barreras de clase y proclamó la libertad e igualdad de los hombres, abriendo paso a lo que el autor denomina "meritocracia". En una sociedad movida por criterios económicos, como la actual, el que consigue más productividad para el sistema, ya sea a través del capital, del trabajo o el marketing, alcanza el reconocimiento social y la retribución económica que el éxito lleva consigo. La sociedad hoy es más justa, ofrece más oportunidades para el que vale y es trabajador, pero como todos no podemos triunfar de la misma manera ni tener los mismos bienes de fortuna, la "meritocracia" deja abierta la puerta en ocasiones a los sentimientos de inferioridad y duda sobre la propia valía; pensemos por ejemplo en los parados. La segunda parte del libro –demasiado extenso- lleva el título de ‘Soluciones para la ansiedad por el estatus’. En realidad no se trata de soluciones, sino de situaciones en las que no rigen las leyes del estatus social. El filósofo, el santo o el bohemio rehúyen el estatus; el artista tiene un don especial que le abre las puertas aunque no sea rico ni poderoso; por último el político ve la solución en modificar las circunstancias que determinan el estatus: proclamar la justicia, la igualdad y el bienestar para todos. Aunque el libro aborda un problema psicológico real se echa en falta menos erudición histórica y más profundidad psicológica. Al comprender lo que es la ansiedad por el estatus, el cristiano no puede evitar que le cosquilleen en la memoria determinadas frases del Evangelio: "No os preocupéis por el día de mañana…"; "no está la vida en la hacienda…" o "bienaventurados los que lloráis porque reiréis". Da la impresión de que la ansiedad por el estatus debe ser algo completamente contrario al espíritu de Cristo y que Él quiso dejarlo claro en numerosas ocasiones. De hecho sabemos que nunca se dejó impresionar, más bien al contrario, por los signos externos de preeminencia social.