Nochebuena de 1940. campo de prisioneros Stalag 12 D. Una Navidad robada a los nazis gracias a la representación del Misterio de la Navidad, pieza teatral escrita y dirigida por Jean Paul Sartre. Sí, Sartre, el padre del existencialismo ateo, el iluminador de las conciencias autónomas, de la libertad enfrentada a la Historia en ser para sí, el hombre del mito de Orestes, en Las moscas, y del infierno en los otros.
Edición | Editorial | Páginas | ISBN | Observaciones |
---|---|---|---|---|
2004 | Voz de papel |
150 |
978-84-96471-25 |
Subtítulo: Misterio de Navidad |
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Hace un par de años cayó en mis manos "Barioná, el hijo del trueno", una obra de teatro escrita por Sartre en un campo de concentración nazi. La historia es que un sacerdote católico, al aproximarse estas fiestas navideñas, le pidió que hiciera una obra sobre la Navidad para que representaran los presos. Y escribió una obra de teatro asombrosa, con una fuerza interior y una poesía que no dejan indiferente. Intenté representarla con los alumnos, pero se nos vino el tiempo encima, a ver si el próximo curso lo consigo. Es curioso que Sartre escribiera esta obra. Es curioso que en esta obra el primer seguidor de Cristo fuera el prototipo de existencialista. Es curioso que esta obra haya sido silenciada durante tanto tiempo, pero ahora que es fácil de adquirir y se acercan estas fiestas navideñas (ya veo lucecitas por la calle) puede ser una excelente lectura.
Por suerte he tenido la posibilidad no solo de leer esta magnifica obra de Sartre, sino tambien de representarla, y he de decir que he encontrado en muy pocas obras resumenes tan impresionantes de la esencia del cristianismo como en esta obra de teatro. Parecera estraño que una persona como Sartre pueda escribir algo asi. Despues de la primera representación estuve con una persona que ha estudiado mucho a sartre y en especial esta obra y me dijo que para escribir esto el autor tuvo que tener una fuerte busqueda de Dios y de como pudo hacerse hombre por nosotros.
No savemos que le paso a jean-Paul Sartre despues de salir del campo de concentración pero nos dejo una obra maravillosa. Ademas si se le tiene como gran filósofo (equivocado pero grande) sera porque lo que dice tiene algo se sentido y no lo dice por decir.
Aunque se puedan tener prejuicios sobre el autor merece la pena leer la obra.
Quizá el adjetivo primero que
Quizá el adjetivo primero que a uno se le ocurra ante este libro es "sorprendente", sobre todo si se conoce algo de su autor. Es, sin duda, lo último que podríamos esperar de Sartre. Alguno le encontrará “peros”, que los tiene, pero la obra en sí misma es espléndida, y el lirismo de algunos pasajes es enternecedor. ¿Cómo es posible que un hombre ateo escriba con tanta delicadeza sobre el nacimiento de Jesús? Es algo, como mínimo, desconcertante. La trama es original y el personaje protagonista excesivamente duro, podríamos decir. Pero el desenlace es plenamente cristiano. Y el desarrollo es bello, especialmente en algunos parlamentos más largos. Leer artículo...
En su Navidad de prisionero de guerra, después de haber leído durante meses el "Diario de un cura rural" de Bernanos y "El zapato de raso" de Paul Claudel, se ofreció al grupo de capellanes del campo –algunos de ellos esporádicos alumnos suyos de filosofía- a escribir una obra de teatro que, antes de la celebración de la misa, sirviera de espacio y horizonte de libertad.
Teníamos noticias de lo que allí ocurrió por el relato que hizo el jesuita Marius Perrin en su libro "Avec sartre au Stalag". Fueron pocas, y esporádicas, las ediciones que Sartre permitió de ésta, su primera obra teatral. Recientemente había aparecido, con profusión de titulares, la primera edición italiana, y, ahora, gracias al esfuerzo de ese gran editor de libros católicos que es Alex del Rosal, con su sello "Vozdepapel"; al tiempo y a la ciencia del profesor José Ángel Agejas, que escribe una magnífica introducción; y a la iniciativa siempre alentadora de Pablo Cervera, director de la colección, podemos gustar y degustar la traducción española de esta perla preciosa de la literatura contemporánea, que hizo escribir al teólogo francés René Laurentin: "Sartre, ateo deliberado, me ha hecho ver mejor que nadie, si exceptúo los Evangelios, el misterio de la Navidad. Por esa razón le guardo un inmenso reconocimiento".
No es difícil establecer un paralelismo entre el Sartre de "Barioná, el hijo del trueno", como así se llama la pieza teatral, y el Sartre de Las Moscas. Orestes desafía a Júpiter como Barioná desafía a Dios. Orestes le recuerda al dios del Olimpo que él es su libertad; mientras que Barioná, convertido tras escuchar a Baltasar, entrega su corazón a la Gracia de Dios, la forma plena de la esperanza. Si algo no parece haber resuelto el hombre autónomo con su razón, en un mundo en el que el mal acecha en cada hora, es la pregunta por esa forma de libertad que se llama esperanza y que se manifiesta como Gracia de Dios en la Historia. Una manifestación que adquirió la carta de ciudadanía plena en la cueva de Belén.
Ahítos de novedades editoriales que proclaman los códigos y secretos del cristianismo en fantasías combinatorias de elementos esotéricos barnizados con el glamour del betseller, este regalo del Sartre teológico nos recuerda aquello que escribiera el ya citado Bernanos: "El paganismo no era enemigo de la naturaleza, pero sólo el cristianismo la engrandece, la exalta, la coloca a la medida del hombre, del ensueño humano. (…) La Iglesia dispone de toda la dicha y la alegría reservadas a este pobre mundo. Obrando contra ella se actúa contra la alegría. (…) Pero de qué os servirá fabricar la propia vida si habéis perdido el sentido de ella. No os quedaría más remedio que saltaros la tapa de los sesos ante vuestras visiones extravagantes".
Nadie pretende "bautizar" el pensamiento ni la obra de Sartre. Charles Moeller, en su monumental obra "Literatura del siglo XX y cristianismo", aclaró que los escritos del filósofo francés son demasiado expresamente ateos, demasiado rebeldes contra el don de la Gracia, para que hagamos una exégesis lenitiva. Muestra de ello es la justificación que de este Misterio de navidad escribió Sartre como pórtico de la edición de 1962: "El hecho de que adoptara el tema de la mitología del cristianismo no significa que hubiera cambiado la dirección de mi pensamiento, ni siquiera por un momento, durante mi cautiverio. Simplemente se trató de encontrar, de acuerdo con los sacerdotes prisioneros, un tema sobre el que conseguir, aquella noche de navidad, la unión más amplia posible entre cristianos y no creyentes".
Cuando se habla y se escribe de Dios y del cristianismo en el pensamiento de Sartre, debemos movernos en el terreno de la incomprensión de lo sobrenatural. Una incomprensión que habita en las regiones no de la sola indiferencia, de la ausencia o de la incomprensión, sino de la pasión errada por la vida plena. Cuando vivía inmerso en "la oscura conciencia de ser hombre", nos legó su generosidad, la memoria de la rebelión frente a toda forma de enclaustramiento del yo y un pequeño desliz estético escrito para una noche de Navidad, como si la metáfora de la libertad del redentor frente a la opresión del totalitarismo nazi fuera capaz de hacer un pequeño milagro.