Exhortación apostólica del papa Francisco sobre la confianza en el amor misericordioso de Dios. El Santo Padre la publicó el 15 de octubre de 2013, con motivo del 150 aniversario del nacimiento de santa Teresa del Niño Jeús y de la Santa Faz, santa Teresita de Lisieux (1873-1897).
El papa Francisco recuerda a la santa carmelita y su espiritualidad, que aplica a la vida de la Iglesia en nuestros días. El título en francés, C'est la confiance, está tomado de una carta de la santa en la que escribe: "La confianza y nada más que la confianza puede conducirnos al Amor".
| Edición | Editorial | Páginas | ISBN | Observaciones |
|---|---|---|---|---|
| 2023 | Librería Editrice Vaticana |
17 |
978-84-285-7018-3 |
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No había leído esta
No había leído esta Exhortación Apostólica del papa Francisco. Pensaba que formaba parte de las comunicaciones ordinarias del Pontífice con motivo de una fecha determinada o con un destinatario concreto -se decía que el Obispo de Lisieux. Ha sido ahora, al leerla, cuando me he quedado asombrado al comprobar cómo, no forma parte propiamente del magisterio de Francisco sino del mismo Jesús que, en los últimos siglos ha querido, a través de los santos y los pontífices comunicarnos la abundancia de su Misericordia para con los hombres.
El Santo Padre hace un recorrido por la vida de la santa carmelita, a la que san Juan Pablo II declaró doctora de la Iglesia, experta en la scientia amoris" (nº 6). Francisco trata acerca de la espiritualidad y las enseñanzas de la santa, que considera un tesoro espiritual de la Iglesia (nº 4). Sorprende que haya sido solo un año antes de la muerte del Pontífice cuando Francisco quiso explayarse sobre algo que él, evidentemente, había vivido. Pareciera una especie de testamento espiritual del papa.
Explica el Francisco que "el aporte específico que nos regala Teresita como santa y como doctora de la Iglesia no es analítico, como podría ser, por ejemplo, el de santo Tomás de Aquino. Su aporte es más bien sintético, porque su genialidad consiste en llevarnos al centro, a lo que es esencial, a lo que es indispensable" (nº 49). "Redescubrir la sencillez -continúa el Pontífice-, la primacía absoluta del amor, la confianza y el abandono, superando una lógica legalista o eticista que llena la vida cristiana de observancias o preceptos, y congela la alegría del Evangelio" (nº 52).
Continúa el Santo Padre explicando que "hay un orden y una jerarquía entre las verdades de la Iglesia y eso vale tanto para los dogmas de fe como para el conjunto de las enseñanzas de la Iglesia, e incluso para la enseñanza moral. El centro de la moral cristiana es la caridad, por lo cual las obras de amor al prójimo son la manifestación externa más perfecta de la gracia interior del Espíritu. Al final, solo cuenta el amor" (nº 48 y Evangelii Gaudium). Estas frases nos recuerdan aquel episodio que narra san Mateo, cuando un doctor de la ley le pregunta a Jesucristo cuál es el mandamiento más importante de la Ley (Mt. 22,34-40).
Apostilla Francisco en su Exhortación Apostólica que "si bien todasa las enseñanzas y las normas de la Iglesia tienen su importancia, algunas son más urgentes y estructurantes para la vida cristiana" (nº 49). No me cabe duda de que Francisco, durante su pontificado, tuvo que sufrir mucho a causa de esos legalistas, error en el cual cualquiera de nosotros puede haber incurrido.
Volviendo a santa Teresita, el papa hace una declaración luminosa: "Cada santo es una misión, un proyecto del Padre para reflejar y encarnar, en un momento determinado de la historia, un aspecto del Evangelio. No conviene entretenerse en los detalles (...). Lo que hay que contemplar es el conjunto de su vida, esa figura que recuerda algo de Jesucristo" (nº 51 y también Gaudete et exultate, 2018)" "La Iglesia necesita la alegría del Evangelio. Ayúdanos -le pide a Teresita- a confiar en el gran amor que Dios nos tiene" (nº 53).
Para todos los lectores y fácilmente para los no creyentes y los que han abandonado la Iglesia. Francisco explica que santa Teresa pasó por una gran prueba contra la fe "hasta llegar a preguntarme entonces si existía un cielo" (nº 42). Dios permitió que percibiera "la desesperación, el vacío de la nada" lo que la llevó a compadecerse y sentirse hermana de los ateos e incrédulos (nº 25 y 26).