Comunión y Liberación. El reconocimiento

Tercer y último volumen de la historia del movimiento católico Comunión y Liberación, correspondiente a los años 1976-1984. Va acompañado de un Apéndice en el que se sintetizan los hechos acaecidos después de esa fecha, singularmente el fallecimiento de su fundador, Dom. Luigi Giussani, que tuvo lugar el 22 de febrero de 2005. Cuarenta días más tarde fallecía el Pontífice Juan Pablo II que tan bien había comprendido al sacerdote milanés.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2007 Encuentro
309
9788474908671

Traducción de Margarita Mª Leonetti Bertiaux

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El siglo XX ha sido un periodo único para el laicado en la Iglesia. Empezó con la Acción Católica, promovida por la jerarquía, pero pronto se abrió a nuevas formas de espiritualidad, de presencia y actuación en la Iglesia. El momento cumbre de esta apertura de la Iglesia a sus miembros laicos tiene lugar en el Concilio Vaticano II que proclama el laicado como una vocación, cuya finalidad es santificarse y santificar las realidades terrenas transformándolas según el querer de Dios. La primera enseñanza del sacerdote Giussani a los jóvenes que le rodeaban, allá por los años cincuenta en el Liceo Barchet de Milán, giraba alrededor del término "presencia": Presencia de los católicos en su ambiente y de Cristo en medio de ellos. Para el sacerdote la presencia era la respuesta a la dualidad o separación que practicaban los católicos: por dentro la fe y por fuera las obras poco o nada inspiradas en aquella. Giussani impulsa a los jóvenes a juzgar la realidad que les rodea desde la óptica de su fe y a actuar en consecuencia. Los ciellini (de CL) se involucran en numerosas empresas caritativas, culturales, educativas, de servicio e incluso políticas. Muchas de ellas tienen su momento propio y después desaparecen. Como dice con gracia y sentido común Giussani: "Cuando afloja la fe aparece la organización". También le gusta repetir una máxima de Juan Pablo II: "Una fe que no se encarna en la cultura es una fe muerta". Juan Pablo II supuso una bocanada de aire fresco para Comunión y Liberación, como por otra parte para toda la Iglesia. El Pontífice amó a Giussani y éste al Papa, y es que estaban cortados por el mismo patrón y mantenían parecidos valores intelectuales. Bajo su pontificado –en 1982- obtuvo CL su aprobación por la Santa Sede. Los puntos esenciales en la vida de los miembros de la Fraternidad son: "Un momento de oración (…), un signo en el uso del dinero (la pobreza), (…) el compromiso misionero, es decir, el servicio al movimiento, el servicio a la parroquia, el servicio a alguna obra (…)". Los italianos son farragosos escribiendo y el que trate de leer este libro podrá comprobarlo. Parece como si hubiera una distancia en el mensaje y en la forma de expresarlo entre las dos culturas: la italiana y la española. Sin embargo al final de su vida Dom. Giussani tomó un gran cariño a España, venía aquí con frecuencia a reunirse con los CL y, a pesar de estar rodeado de sacerdotes a los que él mismo había formado, designó como su sucesor, al frente de la Fraternidad de Comunión y Liberación, al sacerdote de la Diócesis de Madrid don Julián Carrón.