Crónica del gueto de Varsovia

El éxito del libro y la película El pianista en el gueto de Varsovia ha reavivado el interés por uno de los episodios más espeluznantes de la Segunda Guerra Mundial. Crónica del gueto de Varsovia describe de manera pormenorizada la vida de los judíos del gueto durante la persistente y calculada represión de los nazis hasta el exterminio total.
Con una clara conciencia histórica, Emanuel Ringelblum (1900-1944), un judío polaco, sionista y socialista, consciente de la gravedad de los acontecimientos, fue recopilando todo tipo de informaciones para conseguir sensibilizar a la opinión pública internacional sufre los sufrimientos de los judíos y para que se pudiesen reconstruir con total verosimilitud aquellos graves hechos. Al principio, Ringelblum realizó esta tarea en solitario; a partir de 1940 crea la organización Oneg Shabat, dedicada a registrar la intrahistoria del gueto de Varsovia.

A diferencia de otros muchos diarios que se escribieron durante estos dramáticos días, los de Ringelblum —de los que esta edición en castellano, la primera, ofrece una amplia selección— fueron concebidos para dar voz a la comunidad; lo importante no era relatar su supervivencia personal, sino describir de la manera más gráfica y completa posible todos los grados del horror. Por eso, su interés es más documental que literario; en el proceso de redacción, muchas veces con notas telegráficas y sobrias, son evidentes las limitaciones estilísticas. Esto, lógicamente, dificulta su lectura, pues la mayoría de las cosas que se cuentan, por muy terroríficas que puedan parecer, ya han sido contadas de mil maneras distintas. Aunque se trata de un testimonio impactante, su lectura, por su rigor detallista, resulta costosa.

Consciente del trabajo documental que estaba realizando, y para esquivar la posible intervención de la Gestapo, Ringelblum escribió en yídish. Además, el material que fue recopilando lo enterró en diferentes lugares del gueto, pensando en su futura recuperación. El autor, junto con su mujer y su hijo, murió fusilado en 1944, y la mayoría de los documentos, no todos, fueron rescatados en 1946 y 1950. Adolfo Torrecilla.