Ébano

Publicado por primera vez en Polonia en 1998, Ébano constituye una impresionante crónica de la experiencia de R.K. como corresponsal en África durante más de treinta años. Crónica impresionante no sólo por los hechos que narra, sino quizá sobre todo por la sencillez y veracidad que logra transmitir su relato, bien alejado de algunos periodismos de denuncia, elaborados a base de prejuicios, frases hechas y lugares comunes. Esta crónica, en cambio, está llena de humanidad y realismo.

Jugándose la vida y la salud, con pocos medios, pero sin hacer alardes, Kapuscinski no se conforma con los estereotipos o las versiones oficiales, que permiten al periodista enviar ácidas crónicas sin abandonar la comodidad del hotel. RK se adentra solo en los barrios más pobres, y allí se instala; viaja a lugares que no son noticia para los europeos, y por rutas que sólo transitan los indígenas. Se acerca a la realidad de las personas más humildes y describe lo que ve, con una mirada humana, en la que se adivina el deseo de comprender y ayudar. Gracias a esa cercanía amable, al trato directo con el pueblo más de a pié, y sin perder de vista quién es quién entre las autoridades de turno, logra describir con realismo cómo viven, cómo piensan, qué huellas de la historia pueden estar detrás de acontecimientos tan penosos como el genocidio de Ruanda y tantos otros, por qué en ese continente se suceden interminablemente las guerras y las violencias...Y qué hay de verdad en las versiones oficiales o seudo-oficiales que llegan hasta nosotros.

Junto a su maestría como escritor, destaca en R.K. su formación como historiador. En sus relatos acude con frecuencia a los antecedentes históricos de cada persona, tribu o nación, logrando una perspectiva que permite entender mejor los acontecimientos actuales. También por eso pienso que este libro constituye una de las más fiables referencias para quien desee comprender algunas claves de lo que sucede en África.
 

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2000 Anagrama
0
2004 Ediciones Folio, S.A.
312

Para la Biblioteca del Viajero (ABC)

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Imagen de Azafrán

Kapuscinski recorrió África como periodista. Este volumen recoge crónicas de ese viaje en las que la mirada y la mente se abren a una realidad muy alejada de la vieja Europa. África es demasiado grande, y a pesar de su juventud como conjunto de naciones independientes, su cultura merece que le dediquemos algunos momentos de nuestras vidas.
¿Sabía usted que Liberia, un país situado en la costa occidental africana, entre Sierra Leona y Costa de Marfil y próximo al ecuador, fue adquirido por un filántropo norteamericano que pretendía devolver a los descendientes de los esclavos africanos a su continente de origen? ¿Sabía usted que todos aquellos descendientes de esclavos que fueron retornados a África intentaron mantener los usos y costumbres de la sociedad norteamericana (forma de vestir incluida) y arrinconaron en la selva a los aborígenes de Liberia? ¿Y que ése fue el primer gueto de población negra en África?
¿Sabía usted que los habitantes de Ruanda vivían en una sociedad feudal en pleno siglo XX? ¿Sabía que Ruanda pudo conservar su configuración social durante tres siglos sin intervención europea porque es un país situado en un macizo montañoso en pleno corazón de África, muy alejado de la costa? ¿Sabía usted que la sociedad feudal de Ruanda estaba conformada por los propietarios del ganado cebú y de las tierra (los tutsis, 14% de la población) y los trabajadores de las tierra y obreros (los hutus,86% de la población sin derecho a poseer cebúes y por lo tanto sometidos a los tutsis)?
¿Sabía usted que Ruanda dependía de Alemania tras el reparto de la Conferencia de Berlín de 1886 de Berlín y que Alemania la cedió a Bélgica después de la 1ª Guerra Mundial? ¿Sabía usted que fue Bélgica la que buscó alianzas con los tutsis dominadores y que cuando los tutsis se negaron posteriormente a someterse soliviantaron a humus para que los derribases del poder? Sabía usted que los tutsis tuvieron que abandonar el país y viven en campos de concentración en los países fronterizos (Tanzania, Burundi, Uganda, Congo) y que su principal actividad es entrenarse como soldados para recuperar su posición en Ruanda? ¿Sabía usted que ése es el origen de las terribles matanzas entre las dos etnias? ¿Sabía usted los soldados tutsis fueron contratados como guerrilleros en contra del “psicópata y verdugo” Milton Obote que ocupaba el poder en la Uganda de los años ochenta?
¿Sabía usted que la línea geopolítica y lingüística es la representación geográfica del reparto que Londres y París pretendían del continente africano? ¿Sabía usted que Londres pretendía poseer tierras y dominio lingüístico en los países situados en línea norte-sur, desde El Cairo hasta La Ciudad del Cabo y que París pretendía otro tanto desde Dakar (oeste) a Djibuti (este)? Sabía que ambas potencias enviaron sendas expediciones militares para alcanzar en primer lugar la aldea de Fashoda, situada exactamente al sur del Sudán, a orillas del Nilo, porque es el punto geográfico donde coinciden ambas líneas norte-sur y este-oeste? ¿Sabía usted que ambas potencias llegaron a Fashoda en 1898, en los prolegómenos de la Primera Guerra Mundial? ¿Sabía que siguen actuando dos lobbies en defensa de la “francophonie” y de los angloparlantes que impulsan políticas en los países africanos alineados en cada bando?
¿Sabía usted que el sentimiento religioso y el respeto a los antepasados constituye un rasgo fundamental en la visión del mundo de los africanos? ¿Qué el sentido de pertenencia a un clan o a una tribu es mucho más fuerte que las divisiones políticas?
Kapuscinski presenta en este libro una serie de crónicas de sus viajes por el continente africano. Son cuestiones puntuales que dan al lector europeo la oportunidad de entender las razones –si es que puede existir una razón- de los conflictos actuales en ese continente.
Por sus páginas desfilan los diamantes de Sierra Leona, los mercados de Zanzíbar, los paisajes del Serengueti…

Imagen de enc

Un libro muy recomendable para leer entre los veinte y los treinta años a fin de conocer y amar a África. Son veintinueve relatos correspondientes a un largo periodo; desde 1958, con el inicio de la descolonización, hasta 1998, que nos hablan ya del sida y del genocidio de Ruanda. También el autor ha cambiado en esos largos cuarenta años. El joven periodista que empezó su trabajo interesado por el movimiento panafricano y los crueles golpes militares, dedica las últimas páginas de su libro a ponderar la importancia del árbol alrededor del cual se levanta un poblado. Kapuscinski nos arrastra por Ghana, Etiopía o Sudán, los primeros países africanos en obtener la independencia. Relata golpes militares en Nigeria, Uganda o Liberia, donde un joven sargento apellidado Doe acudió al Palacio presidencial a reclamar unas pagas atrasadas y terminó decidiendo que resultaba mucho más fácil matar al Presidente y ponerse en su lugar. Nos acompaña por Kenia, Tanzania, por la independencia de Uganda donde el autor contrajo una malaria cerebral y a continuación una tuberculosis. Camerún, Mali, Senegal, Mauritania y Eritrea son también objeto de su curiosidad. A Kapuscinski le interesan sobre todo los aspectos humanos de África, aunque no deja de darnos las claves para entender algo de la política africana. El libro tiene descripciones maravillosas, lo cual quiere decir que está muy bien escrito. Si alguien se pregunta qué podría hacer por África yo le diría que antes de todo amarla, y para ello que lea “Ébano”, del periodista polaco Ryszard Kapuscinski, que recibió el premio Príncipe de Asturias de las Letras en el año 2003 y falleció en 2007. Leer artículo >>

Imagen de cdl

Ryszard Kapuscinski ha dedicado cuarenta años de vida periodística a analizar principalmente cuestiones africanas. Ha podido estar presente en los grandes acontecimientos del continente negro desde la independencia de Ghana en 1958 hasta las matanzas de Ruanda a mediados de los 90. Su libro va más allá de análisis coyunturales y combina la observación de lo cotidiano con la realidad política.
Este periodista polaco no ha frecuentado los palacios presidenciales, pese a haber conocido de cerca a personajes como Haile Selassie o Idi Amin. Ha preferido subirse a camiones atestados de gente, vivir en barrios populares, convivir en el desierto con los nómadas o adentrarse en la sabana. Así ha salido este libro de encuentros con África, un continente nada homogéneo y que, según Kapuscinski, constituye un planeta aparte. No tiene reparos el autor en narrar las atrocidades de los dictadores o de los señores de la guerra, pero la verdadera protagonista de su libro es la gente. El elemento humano es precisamente lo que hace que el África de las ciudades densamente pobladas o de los nómadas de las sabanas resulte muy cercana al lector. Kapuscinski consigue esta cercanía gracias a su buen hacer literario, en el que la aventura –la de los grandes sucesos y la diaria– se combina con la reflexión.
De la reflexión concluye el autor que estos últimos cuarenta años han estado marcados por una profunda decepción de los africanos. La decepción tiene su origen en las expectativas frustradas tras las independencia, pero también en la actuación de los políticos corruptos y los militares “salvadores”. El resultado es esa imagen de África que se tiene en el exterior: hambre, niños esqueléticos, tierras secas, matanzas, SIDA, refugiados...
Hoy se piensa que estos problemas tendrán solución por medio de la ayuda al desarrollo, por el fomento de sistemas democráticos, la aparición de una nueva clase política... Kapuscinski recuerda sin embargo que un gran problema de África es la educación. No se trata solo de analfabetismo, sino también de la ausencia de “cabezas pensantes”. Y es que los intelectuales prefieren un exilio dorado o el trabajo en las universidades europeas y norteamericanas. Además, la clase política y los intelectuales africanos necesitan un cierto cambio de mentalidad que, en definitiva, supone un poco más de autocrítica y la aceptación de las propias limitaciones. En resumen, tal y como señala Kapuscinski, África seguirá a la cola de los continentes mientras persista en echar exclusivamente a otros la culpa de sus males.
Antonio R. Rubio.