El avaro

Comedia brillante, ingeniosa y de gran comicidad, inspirada en una obra de Plauto. La maestría de Molière consiste en organizar con genialidad la intriga, la creación de personajes y la crítica social.

En una vieja mansión se desarrolla la historia de Harpagón, un avaro miserable, y su familia. La hija de Harpagón, Elisa, está enamorada de Valerio, un joven de sangre noble separado de su familia que trabaja como sirviente en la casa del viejo. El hijo de Harpagón, Cleanto, también está enamorado y le ha dado su corazón a Mariana, una pobre pero virtuosa joven del campo.
Cleanto y Mariana piensan confesarle a Harpagón sus deseos de compromiso, pero entonces Harpagón les revela sus propios planes: primero, él ha decidido casarse con Mariana y, segundo, le ha concedido la mano de Elisa a un anciano y rico caballero llamado Anselmo. El conflicto se da con las revelaciones de Harpagón y reina la confusión hasta que el destino interviene para reunir a la familia y a los amantes.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2004 Alianza
305
2013 Ciudad Seva

Edición digital

2019 Ediciones Rialp
134
978-84-321-5115-6

Edición de bolsillo

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Entre El médico a palos (1666) y El burgués gentilhombre (1670), Molière escribe su Avaro en un momento de plenitud literaria (cumplidos ya los 45 años) y de grandes éxitos de crítica y público, siempre apoyado por el favor real de Luis XIV. En ella rinde homenaje a los clásicos latinos, sobre todo a Plauto, cuya obra “Aulularia” (La marmita o comedia de la olla) le sirve como modelo para crear la trama y el personaje de Harpagón, actualizando así la figura del avaro que tantas veces se ha repetido después en el mundo literario.

Considerada hoy como una de sus mejores comedias, no obtuvo el mismo éxito en sus inicios. Se representó por primera vez el 9 de septiembre de 1668 en el Palais Royal, y solo volvió a escena nueve veces durante un mes, pasando los ingresos de taquilla de 1.069 libras en la primera representación a 143 en la séptima: teniendo en cuenta que sus obras se representaban hasta treinta veces consecutivas con idéntico éxito, hay que considerar que la acogida del público no fue muy favorable. Las razones de este fracaso hay que buscarlas en la sorpresa que causó a los espectadores que una gran comedia en cinco actos estuviese escrita en prosa, licencia literaria extravagante y atípica para la época de marcada “fiebre versificadora” (hasta las gacetas se escribían en verso), así como el tono general de la obra más tenso y sombrío, especialmente por el conflicto generacional planteado entre padre e hijos.

La clave de su perennidad y de la universalidad de su obra radica en su constante y estricta sumisión al espíritu clásico, con la creación de caracteres que alcanzan la categoría eterna de “prototipos”. Así pues, la originalidad y el valor literario del El avaro radican fundamentalmente en el personaje de Harpagón, encarnación de uno de los vicios más universales y eternos, pero al que Molière sabe comunicar, además de la trascendencia clásica, una presencia física y una realidad insuperables. Al personalizar en él todos los síntomas de la avaricia, deja de ser un simple prototipo desencarnado para convertirse en una figura real, con su lenguaje propio y sus manías concretas: el que pudiera aparecer como monstruo de egoísmo, se transforma en un ser ridículo y risible, víctima de su propia pasión destructora. Insuperable el monólogo de la escena VII (Acto IV), en que el avaro enloquece ante el robo de su arquilla, lección clarísima de cómo las flaquezas del hombre pueden apoderarse de lo que es específicamente humano: la razón.