El Criticón

El Criticón es sin duda la obra maestra de Gracián y representa la cumbre del estilo conciso en el contexto del Siglo de Oro español.

Extensa novela alegórica de ambiciones filosóficas que se sirve de géneros como la novela bizantina, por las aventuras que viven los personajes, y de la picaresca, por su visión satírica de la sociedad. Gracián pone todos sus recursos al servicio de la alegoría, que desde la Edad Media tiene un sentido moral y se sirve de ella para mostrar una visión integral de la vida del hombre y su relación con el mundo.

Dos compañeros recorren juntos el camino de la vida con diversos tropiezos en la búsqueda de la imposible felicidad, lo que permite al narrador estudiar el carácter humano en diferentes situaciones que les hacen madurar hasta que desembocan en el desengaño, tema presente en todas sus obras.
 

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2004 Cátedra. Letras Hispánicas
816
9788437602578

Esta edición de Santos Alonso tiene como base la príncipe, cuyas tres partes se publicaron en 1651, 1653 y 1657. Tiene anotaciones que facilitan la comprensión total de la obra.

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Imagen de Tusitala

Esta excepcional e incontestable obra maestra de la prosa castellana del siglo XVII es la única que posiblemente pueda compararse con el Quijote de Cervantes y con Los Sueños de Quevedo en lo que a inventiva, ingenio y riqueza de idioma se refiere. No en vano nos encontramos ante una novela alegórica y filosófica, sin rival tanto dentro como fuera de España. El mismo Schopenhauer decía, en referencia a ella y a su autor: "Mi escritor favorito es el filosófico Gracián. He leído todas sus obras. Su Criticón es para mí uno de los mejores libros del mundo. De buena gana lo traduciría si hallara un editor que lo imprimiese".

El estilo de Gracián se caracteriza por el uso abundante de la elipsis, el hipérbaton y la consonancia; con frecuencia tampoco desdeña la antítesis y el paralelismo, pareciéndose en todo esto más que a ningún otro prosista a fray Antonio de Guevara. Prodiga las metáforas y comparaciones, pero con gracia y propiedad; cuando se sirve de una imagen atrevida, de una metáfora audaz, lo hace para conseguir, no el colorido poético, sino un efecto irónico sobre el tema o sobre el sujeto que quiere ridiculizar. Gusta de la frase relevante, del estilo elaborado y de todas esas formas de la agudeza a cuyo estudio consagró un extenso tratado; agudeza verbal, agudeza de concepto y agudeza de acción. Es único entre nuestros prosistas en el uso del equívoco, la paradoja y el epigrama. Tiene pensamientos y giros curiosos, originales, si bien, rara vez oscuros. Es ingenioso, pero también juicioso; osado a veces en la expresión, pero sin perder nunca la elegancia. Un referente de la claridad de estilo como Azorín, decía de él: "Durante mucho tiempo se ha tenido a Gracián por obscuro, laberíntico, ininteligible. Requieren sus trabajos una lectura detenida; pero no hay en la prosa de Gracián nada que falte ni que sobre para su comprensión total". Y añadía: "Por ese agudo, penetrante, inexorable espíritu crítico, vivirá entre los ingenios más altos Baltasar Gracián".

Aunque practicó un discreto cultismo, el fondo de su arte es demasiado humano como para dejarse llevar de forma sistemática por pedantes culteranismos ni oscuros conceptismos. Su buen sentido le sirve de freno ante excesos culteranos y conceptistas. En su característica concisión sobrepasa a todos los prosistas castellanos, si bien eso contribuye a que su lectura sea tan difícil como hermosa, lo que hace que requiera de lectores atentos y esforzados. Sin embargo, es precisamente el estilo conciso, la frase epigramática, tan corta de palabras como cargada de intención, los juegos de ideas y de vocablos, el doble y aun triple sentido de innumerables frases, su característico laconismo, las constantes referencias a la mitología y la historia o la misma riqueza prodigiosa de su lengua, lo que hacen de su lectura una experiencia intelectual de difícil parangón.

Ya en sus años de plena madurez física e intelectual, Gracián se propone, tras obras como Oráculo manual y arte de prudencia, El Héroe, El Discreto, El Político o Agudeza y arte de ingenio, elaborar con El Criticón una obra de ficción alegórica que resumiera su pensamiento a la par que ampliase su estela como creador. El resultado fue una obra enciclopédica en la que, de la mano de Andrenio y Critilo, nos resume su visión filosófica de la vida, del hombre, del mundo, adoptando para ello el género de la epopeya menipea, como lo definiera Fernando Lázaro Carreter. Epopeya, en fin, que funciona a modo de genial alegoría de la vida del hombre y que, por ende, por más siglos que pasen y por mucho que evolucione o degenere el idioma, nunca dejará de ser actual.