El precio de mi alma

En 1969, Bernadette Devlin resultó elegida para representar al Ulster (Irlanda del Norte) en la Cámara de los Comunes de Londres. Se trataba de una joven católica de 22 años, estudiante de Psicología en la Universidad de Belfast; militaba en un grupo denominado Democracia Popular, mayoritariamente socialista, antibritánico y teóricamente interconfesional, aunque se apoyaba fundamentalmente en los partidos católicos de Irlanda del Norte.

Sus características personales la hicieron conocida en Gran Bretaña y en todo el mundo. Esta es su historia contada por ella misma.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1971 Plaza y Janés (Colección Rotativa)
187
B00KN18068

Original de 1969.

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El Tratado de Partición de Irlanda de 1921 había dividido la isla en dos territorios: El primero comprendía 26 condados, mayoritariamente católicos, que iban a conformar la República de Irlanda (Eire). El segundo lo integraban los 6 condados de mayoría protestante, en el Norte, que iban a continuar unidos a la Corona británica (Ulster). Los católicos del Ulster, que se ven como ciudadanos de segunda clase, pretenden integrarse en la República de Irlanda.

En Irlanda los católicos se dividían en Partido Nacionalista, formado por las clases medias católicas, partidarios de la reunificación de la isla respetando el status quo social, y el Partido Republicano -ilegal y cuna del IRA- que perseguía la unificación y una revolución socialista. Por su parte, los protestantes votaban al Partido Unionista.

En 1969, la universitaria católica Bernadette Devlin se presenta candidata al Parlamento británico por la Asociación para los Derechos Civiles y el grupo Democracia Popular. Devlin afirma que los problemas de Irlanda, tanto en el norte como en el sur, no son de naturaleza religiosa, sino económicos y sociales: falta de viviendas, desempleo y componendas políticas (pág.77). Reprocha a las iglesias su poco interés en acabar con el sectarismo religioso: "Pocos sermones he oído -escribe- que prediquen la tolerancia con los que piensan diferente" (pág.64).

Rechaza el parlamentarismo de Irlanda del Norte, convencida que sólo sirve para perpetuar la situación existente. Su experiencia en la Cámara de los Comunes, de Londres, le lleva a afirmar que desde allí no puede hacer nada por el Ulster: "Por mucho que hables nadie te escucha en Westminster" (pág.171). "Creo que el sistema parlamentario está en decadencia. Los representantes, una vez dentro de la estructura dejan de representar" (pág.177). En este sentido, el precio de mi alma es el que ha de pagar para mantener su integridad personal.

La lectura de este libro nos remite a los movimientos de rebeldía estudiantil que tuvieron lugar en Europa y América en 1968. Los estudiantes reclamaban una sociedad más justa y pacífica, para lo cual -irónicamente- tuvieron grandes y violentas algaradas con la policía. Encontramos también un cierto paralelismo con situaciones de la historia reciente de España, como son la llamada cuestión vasca o el procès catalán; dirigidas a modificar un status político consolidado. Curiosamente, la autora menciona la DUI, Declaración Unilateral de Independencia (pág.94).

Afirma Devlin que su movimiento es pacífico, pero en un momento escribe: "Un centenar de anarquistas vendrían de Inglaterra para marchar con nosotros por solidaridad" (pág.112). Resulta difícil justificar la participación de un grupo anarquista en una marcha no violenta. Por último Devlin señala un hecho bien conocido: La falta de peso político y representatividad de los parlamentarios respecto de los intereses de los ciudadanos, lo cual da lugar a la aparición de grupos extraparlamentarios y populistas.

El libro está muy bien escrito y resulta interesante la descripción que hace la autora del ambiente que la rodeó durante su infancia y juventud. Considero que es un buen instrumento para la formación política de jóvenes idealistas. No obstante hay que tener en cuenta algo, se corre el peligro de que la política se convierta en una religión sustitutiva. Devlin pertenece a una familia católica y relata cómo su madre era una mujer religiosa y su hermana mayor había ingesado en un convento, pero si consultamos Wiquipedia la autora figura como atea, algo que no mucha gente está dispuesta a confesar publicamente.