El príncipe destronado

En las conversaciones entre adultos es un lugar común el comentar lo rápido que pasan los días, los meses, los años. Acaba la Navidad y, casi sin darnos cuenta, llega la siguiente. La estabilidad que se alcanza en la madurez de la vida hace que, salvo excepciones, cambien pocas cosas. Cuando faltan las novedades el tiempo pasa más deprisa. Por eso, una de las características de la niñez, etapa en la que cada minuto es un descubrimiento, es que no hay un día igual a otro. Cada día encierra un mundo completo. Delibes, implacable observador de las cualidades humanas, tuvo muy en cuenta esa particular valoración infantil del tiempo al plantear su novela. El príncipe destronado discurre en una sola jornada, tiempo suficiente para que, al finalizar la última página y cerrar el libro, el lector haya podido rememorar y reconocer muchas de las sensaciones, miedos y anhelos que experimenta un niño de tres años.
 

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1997 Destino
168
9788423308262
2020 Destino
176
978-84-233-5681-2
Valoración CDL
3
Valoración Socios
3.2
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El autor describe hasta el último detalle de una familia con un protagonista de 3 años que deja de serlo cuando nace su hermana. Durante 12 "largas horas", bien metido en el personaje narra con mucho realismo y con especial atención la psicología de las personas.

Imagen de cdl

Describe Delibes las experiencias de un niño de tres años desde su propia perspectiva. Acaba de tener una hermana y se siente "destronado" en el cariño de sus padres, lo que le lleva a querer hacerse notar.
"A mí me pareció siempre (dice Delibes) la principal dificultad: tomar como protagonista un niño de tres años y que se comporta como un niño de tres años; sostener una novela con ese protagonista... (fue) un desafío a mí mismo. Siempre ha habido niños pequeños a mi alrededor. Yo cuando nací era el tercero de ocho hermanos, luego he sido padre de siete hijos y ahora tengo quince nietos, de modo que en mi vida siempre han revoloteado niños a mi alrededor. Fue, en efecto, un desafío; un "más difícil todavía". Había manejado niños en El camino, en La sombra del ciprés, en Sisí, en Las ratas, pero nunca uno de tres años, que es la edad de Quiquo, otra de uno y medio, como tiene la hermana, y el mayor de cinco, que son los que tiene Juan".