El Wagner de las ideologías; Nietszche/Wagner

El universo ideológico de Wagner y sus poliédricas proyecciones no exclusivamente musicales (y, sin embargo, determinantes en la definitiva conformación musical y estética de su obra), el fenómeno único de un Nietzsche compositor que hace de la música el núcleo de su estética y el eje sensible de su propia existencia, así como la intensísima y compleja relación de ambos, trascendente del plano puramente personal, constituyen experiencias apasionantes y oscuras que en lo humano y lo artístico e intelectual no tienen un fácil parangón histórico. Tanto lo intelectual como lo «demasiado humano», parafraseando a Nietzsche, confluyen así en esta obra de Eduardo Pérez Maseda, proyectada años atrás al margen de su trabajo como compositor, en la que queda configurado un hecho incontrovertible: tanto Wagner como Nietzsche, desde la doble óptica (ideológica y musical) en que son aquí abordados, han trascendido ya hace mucho tiempo las fases de conocimiento e interpretación ligadas a lo «propio», o al ámbito cultural y sectorial próximo (ya sea éste exclusivamente musical o filosófico), para convertirse en uno de los grandes temas, un gran pendant de la cultura de Occidente y del pensamiento universal, motivo permanente de reflexión e inferencias.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2004 Biblioteca Nueva
368

Colección Biblioteca nietzschiana

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La obra tiene dos partes claramente diferenciadas, unidas por el común denominador de la figura de Wagner y de sus ideas, y el modo en que éstas determinan sus obras (y viceversa).
En la primera parte -El Wagner de las ideologías- el autor recorre el proceso de la formación musical de Wagner, que fue autodidacta en gran medida, mostrando su formación musical en paralelo a la de su universo intelectual, también autodidacta, que se alimenta en buena parte de las tesis de los idealistas alemanes (Hegel, Schellin, Schopenhauer,…) y de las ideas imperantes en los círculos revolucionarios prusianos y austriacos a mediados del siglo XIX.
A lo largo de los primeros capítulos, Pérez Maseda da cuenta del modo, tan poco científico como asistemático, en que se va gestando el pensamiento filosófico y estético de Wagner, que no es en absoluto lineal, y que admite distintas interpretaciones, según cual sea la época de su vida en la que se ponga la atención, lo cual a su vez hace de él también un personaje que produce cierta fascinación.
Un capítulo importante dentro de esta primera parte lo constituye el dedicado a exponer el descubrimiento de los escritos de Schopenhauer por parte de Wagner, que señala un punto de inflexión en su mundo interior, por la atracción que ejercen las ideas de aquel sobre él, también porque le resultan ‘más asequibles’ que los de otros; al igual que les sucederá a muchos otros artistas, arquitectos sobre todo, de la vanguardia alemana, que encontrarán en Schopenhauer un ‘idealismo compresible’ y aplicable a su práctica artística, que les proporcionará un respaldo teórico para la misión mesiánica de redentores de la sociedad de la que se sentirán protagonistas los integrantes de las vanguardias artísticas en el primer cuarto del siglo XX.
Igualmente importante para Wagner fue su encuentro con Nietzsche, cuestión que en esta primera parte de la obra se aborda desde el punto de vista wagneriano, pero que se estudia de modo prolijo y detallado en los diez capítulos de la segunda parte de la obra.
Pérez Maseda se muestra bastante indulgente con el latente egoísmo que preside los cambios de pensamiento y la evolución de la ideología wagneriana, siempre más pendiente de sus propios triunfos, y de lograr una sociedad que los haga posibles, que de la coherencia de sus ideas en relación con su vida, aunque en su juventud se arriesgase por ellas, participando activamente (en la calle), junto a Bakunin, en las revueltas revolucionarias de Dresde de mayo de 1849.
De hecho, fue la lucha de Wagner por sacar adelante ‘su’ proyecto de Bayreuth, por el medio que fuese, lo que motivó la ruptura con Nietszche o más bien la de éste con Wagner. Hecho que constituye el punto culminante de la segunda parte del libro, titulada Nietzsche/Wagner.
En ella, Pérez Maseda se ocupa aun menos que en la primera parte del contenido musical de la obra wagneriana, y lo que nos expone acerca de ella se refiere sobre todo a su visión del reflejo o eco que tanto ésta como la propia figura de Wagner fueron provocando en la persona y en la vida de Nietzsche ("me atrae de Wagner lo que me atrae de Schopenhauer, la atmosfera ética, el aroma faústico, la cruz, la muete y la tumba", dirá F.Nietzsche)
Al igual que hiciese en la primera parte con Wagner, Pérez Maseda nos va mostrando el proceso de la formación musical nietzschiana, en paralelo con el nacimiento de sus ideas, poniendo énfasis en su frustrada vocación de compositor. Y recoge con gran fuerza el efecto que, en esa lucha baldía, supuso para el filósofo el descubrimiento de Wagner, por el que llegó a sentir auténtica fascinación, y por el que se sintió traicionado a raíz de la puesta en marcha del proyecto de Bayreuth.
Resulta original y atractivo el acercamiento que se hace a la figura de Nietzsche, visto casi exclusivamente a través del papel que la música desempeñó en la evolución de su universo personal ("La vida sin música constituye simplemente un error, una fatiga, un éxilio", F. Nietzsche).

COMENTARIO
Es una obra interesante, con un punto de vista original, que ofrece calves para un mejor entendimiento no sólo de la figura de Wagner (e incluso de Nietzsche), sino, de la mentalidad dominante en los ambientes artísticos de vanguardia centroeuropeos, a finales del siglo XIX y sobre todo a comienzos del siglo XX.
El círculo artístico en el que se movió Wagner, estuvo directamente relacionado con los círculos revolucionarios austriacos y prusianos, con los que se relacionaron también muchos de los protagonistas de las nuevas corrientes y tendencias artísticas y literarias europeas.
De este modo la obra de Pérez Maseda ofrece una justificación bastante objetiva y lineal de las razones para el éxito clamoroso que acompañó a la música wagneriana, que se debió ciertamente a las innovaciones compositivas que introdujo, provocando el nacimiento de unas nuevas armonías o disarmonías musicales, que se convirtieron en el punto de inflexión para la vanguardia musical del momento, pero que fueron sobre todo lugar de encuentro ‘estético’ para toda una generación de artistas y literatos de toda Europa, que buscaban ansiosamente una regeneración de la sociedad y nuevos ideales, también personales, que muchos (Nietzsche, entre ellos) vieron incoados en la novedad de las operas wagnerianas, entendidas como ‘obras totales’.
Es indudable que sin una mínima formación musical muchas de las consideraciones que se hacen en la obra pierden buena parte de su eficacia, pero, con todo, la parte musical no es la más interesante del libro, en absoluto; y, de hecho, en realidad, la crítica y comentarios musicales son en cierto modo marginales, y el autor del libro de hecho no profundiza excesivamente en el análisis de los contenidos musicales; sobre todo, curiosamente, en la parte primera, que es la dedicada expresamente a exponer la vida de Wagner y la evolución de su pensamiento, sus escritos y sus composiciones.
Del mismo modo son también bastante superficiales los comentarios acerca de las ideas de Nietzsche, acerca de las que Pérez Maseda no se pronuncia, limitándose a ir situando los hitos de su producción, y su progresiva aproximación a la locura, al hilo de las relaciones de Nietzsche con la obra y la persona de Wagner, de modo que en el fondo, por lo que se refiere a la obra nietzschiana, la obra de Pérez Maseda no representa mayor peligro que el que pueda suponer despertar la curiosidad por el conocimiento de las obras de Nietzsche referidas a Wagner. Que son varias.
Por otra parte resulta ciertamente interesante el acercamiento a la figura de Nietzsche que hace Pérez Maseda, llegando hasta él apoyándose casi exclusivamente en la interpretación de sus gustos y opiniones musicales, desde la lucidez inicial de la época wagneriana al progresivo deterioro y la locura final de la época supuestamente "antiwagneriana"; en lo que termina siendo una demostración, no se sabe si buscada por Pérez Maseda o puesta en evidencia por la fuerza de los hechos, de la obsesiva y enfermiza vida de Nietzsche, que encarnó en su persona, se puede pensar que conscientemente, el principio schopenhaueriano de la búsqueda de la redención personal a través de la música; lo cual resulta tanto más interesante cuanto que Nietzsche "renegó" de Schopenhauer, de modo similar a como, a fin de cuentas, también hizo respecto a Wagner, que le obsesionó tanto más cuanto más le rechazaba, cuestión ésta en la que sí parece indiscutible que se deba reconocer un acierto crítico a Pérez Maseda, que nos presenta a un Nietzsche que termina su vida obsesionado por encontrar, infructuosamente, un sustituto para la música wagneriana, que deseaba poder olvidar.

PELIGROS
La obra presenta dos peligros destacados.
El principal procede del hecho de que Pérez Maseda no emita juicios de valor acerca de las ideas de los filósofos y pensadores a los que menciona, y se limita a señalar la impronta que cada uno de ellos va dejando en el pensamiento de Wagner; como es el caso, por ejemplo de la obra de Schopenhauer, y de sus principios; de los que señala y muestra el momento en que Wagner asimila su influencia, al igual que hará con otras, pero de los que no apunta ni el engaño que ninguna de ellas encierra, ni los errores a que conducen. Al igual que hará después cuando señale el peso que a su vez Wagner y su música tuvieron en los escritos de Spengler, acerca de cuyas caústicas ideas no hace la mínima advertencia; como tampoco comenta nada, ni hace valoraciones morales, al referirse a la afinidad de Wagner con los principios revolucionarios de Bakunin. Ni, por supuesto, en las segunda parte ofrece valoraciones acerca de las obras de Nietzsche y sus diatribas contra la fé y la moral católicas, o su exaltación de lo dionisíaco en las óperas wagnerianas, que se limita a enunciar como simples hechos acaecidos.
Tal vez porque, en estos y otros casos, Pérez Maseda dé por conocidas esas cuestiones y quiera evitar distracciones de su hilo argumental; pero se echa en falta algún juicio de valor en cualquier caso.
Que sólo hace, por excepción, para defender a Wagner de su instrumentalización ideológica, muerto ya el compositor, por parte del nacionalsocialismo alemán. Con el que no desea ver mezclado su nombre.
El peligro que esa falta de valoración crítica encierra es mayor de lo que parece, sobre todo para los melómanos, porque en todos los casos la presencia de las motivaciones musicales de Wagner endulzan y legitiman aparentemente todo lo que se expone, en la medida en que todas esas ideas contribuyeron precisamente a alimentar el pensamiento y la creatividad wagnerianos y a dar mayor contenido al mito.
Por eso mismo, la lectura de esta obra requiere una cierta formación filosófica previa.
El segundo peligro se esconde precisamente detrás de la cuestión que acaba de enunciarse. Esto es, en el interés que la obra de Pérez Maseda puede despertar hacia la profundización en el conocimiento de la música wagneriana, que pueda llevar tanto a asumir o ser indulgente con las ideas que la animaron, como a no cuestionar los argumentos de sus operas, moralmente muy dudosos en casi todos los casos, y a prescindir de los errores en que aquellas se apoyaron.
Y no se debe olvidar que esas ideas y argumentos, avalados precisamente por su interés musical, son los que alimentaron las ideas de Spengler, los que cautivaron a Nietzsche y los que, de hecho, pudieron ser instrumentalizados por el partido nacionalsocialista alemán.

INTERÉS
Lo más interesante de la obra me parece el modo en que Pérez Maseda presenta a Wagner como catalizador o representante icónico de un pensamiento que dominó los ambientes artísticos (no sólo musicales) de Alemania en el primer cuarto del siglo XX. Que no fue otra que la idea schopenhaueriana de la redención por el arte. Las claves que ofrece son muy interesantes para comprender mejor el alma que animó aquellos movimientos de vanguardia. E incluso para comprender sus excesos, y su proverbial mesianismo.
El Wagner autodidacta (también en su formación musical) encontró en la poética de Schopenhauer la claridad que no le habían ofrecido Hegel, Schelling o Kant. Una claridad que además ilumina la idea dominante de que en esa redención, social y personal, le corresponderá a la música el papel principal, seguida de cerca por la arquitectura. Que serán los elementos sensibles sobre los que se construirán las operas wagnerianas.
El entendimiento de ese principio schopenhaueriano, que Wagner hará suyo como un descubrimiento personal (autodidacta), marcará su producción y su esfuerzo, y así lo percibirá Nietzsche, que quedará fascinado con la persona y la obra de Wagner, y que morirá obsesionado con él y convencido, en medio de su locura, de que ese era el camino para alcanzar la liberación y la redención personal y social que anhelaba.
Tampoco deja de ser interesante, desde otro punto de vista, la aproximación que Pérez Maseda hace a Nietzsche, que, a pesar de lo señalado anteriormente, queda bastante desmitificado a la luz del drama que plantean sus relaciones con Wagner ("llamo a Wagner el gran benefactor de mi vida. Aquello en que somos afines, el haber sufrido, también uno a causa del otro, más hondamente de lo que hombres de este siglo serían capaces de sufrir, volverá a unir nuestros nombres eternamente", F. Nietzsche).

José Manuel Pozo.
Julio 2005