L.

Pol no quiere irse de A., pero su padre ha encontrado un trabajo en L. y deben marcharse en busca de una vida mejor. Lejos de casa, una voz del pasado le cuenta a Pol una historia de exilio, de dolor y de un tesoro que le devuelve la esperanza de regresar a A., su pequeña patria. 

Una historia llena de humor que gira en torno a esa palabra, patria, y su sentido que solo es posible desde el corazón.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2021 Bambú
120
978-84-8343-797-1
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Novela juvenil sobre la amistad y los lazos afectivos. El relato está narrado en primera persona por el protagonista, Pol, un niño de once años. Su padre, Cornelio, es peluquero en su pueblo A., situado al sur de España, cerca de la playa. Pero, poco a poco, Cornelio, que ha sido “la tijera más rápida de toda la península ibérica”, se ha ido quedando sin clientes y la situación económica se hace insostenible. De esta forma, Cornelio decide trasladarse a L., un pueblo castellano donde le han ofrecido trabajo seguro y bien remunerado. Sin embargo, Pol se resiste a irse de A. porque no quiere abandonar su hogar, su nido, su pequeña patria, el lugar donde se siente seguro.

L., situado en un cerro, con las casas asentadas sobre las rocas, representa el paisaje castellano de cielo azul intenso, con su río y sus huertas; pero Pol no puede apreciar su belleza porque está triste, resentido y solamente desea volver a su tierra... Hasta que en sus correrías irá conociendo a otros niños, a Perico, a Mencía, a Jimena…; sentirá el cobijo de la pensión de doña Maruja y sus abundantes comidas; y vivirá curiosas aventuras en los tres o cuatro lugares que distinguen a L. de todos los demás pueblos: las huertas del Tabanazo, el puente de los Bandoleros, las cuevas de Infierno y la fuente del cura, porque L. tiene sus tesoros y también sus demonios. Y así, un halo de misterio recorre la narración con gritos y chirridos de ruedas en el puente de los Bandoleros, con sombras y fantasmas en las cuevas del Infierno.

La autora, Mónica Rodríguez, conquista de nuevo a los lectores jóvenes y adultos con este relato lleno de humor, ternura y misterio. Como en obras anteriores (Piara o Alma y la isla), la autora ha sabido elegir una interesante perspectiva para presentar su relato: el punto de vista de sus pequeños personajes, que con sus sentimientos y sus vivencias conmueven al lector. Con un estilo poético y sencillo, desde una perspectiva infantil siempre dispuesta a provocar la sonrisa, Mónica Rodríguez plantea temas profundos como el cariño y el apoyo incondicional de la familia, y la sinceridad y la confianza que están en la base de la amistad.