La fuerza del amor

Un libro intenso que nos explica por qué necesitamos querer y que nos quieran. Una guía para encontrar el camino hacia la realización personal y la madurez afectiva.

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Está de moda tratar sobre la autoestima, y con razón. Según explican los psicólogos la autoestima está en la base del bien que podemos hacer en la vida a los demás y a nosotros mismos, y, por el contrario, la falta de autoestima constituye una enfermedad para el que la padece y un riesgo para los que le rodean. Bernabé Tierno distingue entre autoestima y autoamor (personalmente no he captado tanto el pensamiento del autor como para distinguir bien entre los dos conceptos. En todo caso al leerlo resulta coherente). Por definirlo de algún modo autoamor sería la consideración y respeto que nos debemos a nosotros mismos. La palabra autoamor suena a narcisismo, pero el autor hace una reflexión de base religiosa que parece concluyente. La Biblia dice: "Amarás al prójimo como a ti mismo", luego –razona el autor- la Sagrada Escritura nos está ordenando amarnos a nosotros mismos; si no nos amamos a nosotros mismos el amor que tengamos a los demás será de las mismas características: muy pobre o nulo. Tierno explica como el autoamor aparece en la infancia, en base al cariño que el niño recibe de sus padres pero, sobre todo, de su madre. Este amor infunde en el niño la conciencia de ser amado incondicionalmente y, en consecuencia, le da una seguridad en sí mismo que le permite relacionarse positivamente con su entorno: socializarse. Los dos últimos capítulos del libro, menos sistemáticos pero también sugerentes, se refieren al amor conyugal y al autoamor en situaciones críticas: vejez, enfermedad y en la proximidad de la muerte. Los consejos para mantener e incrementar el amor conyugal son lúcidos y propios de una persona que lo vive; por ejemplo la advertencia sobre el afán de dominio e imposición dentro de la pareja o los riesgos que suponen la monotonía e incluso la indiferencia entre los cónyuges. En otro orden de cosas las descripciones que hace el autor sobre el pesimismo, o los consejos que da para la vejez o la enfermedad nos parece estar escuchándolos de alguien que ha tratado a muchas personas de esas características. El autor es psicólogo y en algún momento hace algún comentario mordaz sobre "esos especialistas que afirman ser los números uno en el tratamiento de las depresiones" y desdeñan a los psicólogos. En especial advierte sobre el abuso de los fármacos. Con sentido del humor refiere el caso de una paciente que tenía un ligero problema de sobrepeso y miedo de que su marido la quisiera menos por ello; su médico tenía tan medicada que estaba constantemente dormida y "parecía una acelga" (es sorprendente que utilice la comparación de la acelga para referirse a una mujer ligeramente gordita). Los fármacos –concluye razonablemente- pueden ayudar, pero no solucionan los problemas, reales o ficticios, que minan la autoestima de una persona. El libro es relativamente breve, está bien escrito y, por los buenos consejos que da sobre el amor conyugal y la educación afectiva de los hijos es recomendable para leer antes de contraer matrimonio.