Los libros arden mal

Acudiendo a un mundo de realismo mágico, describe el ambiente de La Coruña en la época de la segunda república, la guerra civil y los años de gobierno de Franco.

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Imagen de Azafrán

Por eludir los términos lingüísticos y literarios, se podría definir el estilo de Manuel Rivas a su modo: “Tú lo que tienes que hacer es ver cuando miras. Tienes que meter lo visto dentro de los ojos. Tienes que meter lo que se habla dentro de las palabras. Venga. Vamos con otra retorneada” (pág. 340)
Es eso exactamente lo que hace el autor. Mira y ve…, lo que le permite ver su contexto. Porque en Galicia, hay niebla. Así, Manuel Rivas va mirando hasta que la niebla le cierra el campo de visión y entonces utiliza su memoria y nos hace ver personajes, hechos, vividos con anterioridad, si no por él directamente, oídos, y que vengan al hilo de lo que cuenta.
Se podría decir también que la narración consiste en un monólogo interior de los personajes que permite al lector sobreponer la imagen del pasado a las circunstancias en las que sus vidas se desenvuelven. No se trata de un único pasado; más bien es una evolución desde el pasado al presente. Tampoco se trata de un presente simple; es un presente que se desenvuelve en la circunstancia dramática elegida por Manuel Rivas: la esclavitud, la pérdida de libertad que sobreviene a los ciudadanos republicanos con la llegada de Franco al poder.
Manuel publica este libro en 2006. La era Zapatero, con un programa de recuperación de la II República. Es consecuente por lo tanto con la opción y así lo presenta al lector. Todo lo que se hizo bajo la dictadura acarreó males sin cuento: buen ejemplo los personajes de esta novela.
Como muchos republicanos de la España del 36, se muestra radical y reivindica la lucha contra todo lo que suponga autoridad: militar por supuesto, política, social y religiosa. Así es como llega a la conclusión de que el clero de la Iglesia Católica es ejemplo de algo a criticar y a combatir. Olvida que Galicia no es toda España y que de lo que acusa a la Iglesia en Galicia, son los propios curas, frailes y monjas, los que lo sufren en otras partes de España. También olvida que Galicia no es toda Europa y que la Iglesia Católica ha estado al lado del débil y del oprimido (caso de la lucha de los obreros en Polonia y de todos los países que padecieron el telón de acero; caso de China, de India, en la actualidad…).
También se olvida de la gran aportación cultural de los monjes católicos en toda Europa como conservadores de la cultura y como iniciadores de la investigación desde la Edad Media. Cita, por ejemplo, un episodio de los Monjes de Oseria en Cuaresma (pág. 36), una pillería para esquivar la abstinencia; y se olvida de la aportación de los monjes en toda Europa: ellos idearon las primeras piscifactorías, muchas de las cuales siguen hoy día en funcionamiento y son un recurso importante en la economía de los países centroeuropeos, para poder cumplir con la abswtinecia cuaresmal. Y también en Galicia.
En el año 1129 tiene lugar la fundación del monasterio benedictino de Santa María de Conjo y el arzobispo Gelmirez se preocupó de que se crease una piscifactoría en el rio Sar, primera salmofactoría de España.
No voy a ir señalando todas las acusaciones a la Iglesia directas o indirectas porque no tengo las 780 páginas que el autor utiliza. Simplemente apunto un intento de secuestro de la Iglesia Católica. Esta vez no se trata de apuntársela como “amiga” para ganar votos. Se trata de apuntársela como enemiga, que parece que también puede dar votos en algunas ocasiones. En todo caso, pérdida de perspectiva geográfica e histórica.
De las injusticias sufridas por los civiles en ambos bandos, se podría escribir mucho. Bien está el hacerlo. Bien está si como a propósito de las lenguas señala Manuel Rivas: “Las lenguas están para abrazarse. Cuando se ponen en contacto, se enamoran unas de otras y establecen relaciones eróticas. El problema cuando existen conflictos es un problema de los hombres, que nos empeñamos en utilizar las lenguas como si fueran lanzas”.
Pues eso, que la literatura sirva para enamorarnos todos los ciudadanos, los unos y los otros. Y que no nos empeñemos en utilizar las obras de literatura como si fueran lanzas.

Imagen de almudena

En julio de 1936 en La Coruña, unos libros fueron quemados al considerar negativas las ideas que contenían por motivos religiosos, filosóficos y políticos. La trama es muy complicada, y hay un gran número de personajes poco creíbles. El libro es una suma de sentimientos y actitudes de quienes no coinidieron con el fracaso del segundo intento republicano en España y el desenlace de la guerra subsiguiente.Describe muy bien los paisajes y las costumbres. Cuenta como la letra impresa resiste cualquier persecución, pero también puede servir para interpretaciones no siempre justas e imparciales, como ocurre aquí con prejuicios de carácter anticlerical.