Los mil días del Tercio Navarra

El Tercio Guías de Navarra (abreviadamente Tercio de Navarra o Tercio Navarra) fue una unidad militar que participó en la Guerra civil española en el llamado “bando nacional”. Se formó en Pamplona, el 19 de julio de 1936, y estaba integrado por voluntarios de filiación política carlista que recibían el nombre de “requetés”. El Tercio Navarra participó en la campaña del Norte, desde Guipúzcoa hasta Asturias, en la batalla de Teruel y, encuadrado en el Ejército del Centro, en la batalla de Extremadura, ya próximo el final de la contienda. Como unidad militar era equivalente a un batallón de infantería. Por el Navarra pasaron a lo largo de la guerra unos 3400 hombres, de los cuales murieron 316 y 1120 fueron heridos una o más veces. Sus miembros recibieron cinco medallas militares individuales y, encuadrados en la División Navarra, la Laureada Colectiva. El Tercio Navarra fue disuelto el 22 de octubre de 1939 y esta es su historia contada por alguien que luchó en él, Emilio Herrera.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1974 Editora Nacional
443

Incorpora fotografía y Anexos sobre menciones honoríficas, bajas que sufrió el Tercio Navarra y otros.

Valoración CDL
3
Valoración Socios
3
Average: 3 (1 vote)
Interpretación
  • No Recomendable
  • 1
  • En blanco
  • 2
  • Recomendable
  • 3
  • Muy Recomendable
  • 4

1 valoraciones

3
Género: 

Comentarios

Imagen de enc

La historia contada por los vencedores tiene el atractivo de terminar con la victoria. Emilio Herrera se sumó al Tercio de Navarra con diez y seis años, fue herido dos veces a lo largo de la guerra y la terminó como alférez provisional. El libro es muy ameno, teniendo siempre en cuenta que es la historia contada por una de las partes que intervinieron en ella. Informa Herrera como los requetés alcanzaron fama de buenos tácticos y valerosos en el ataque a las posiciones enemigas, así como rocosos en la defensa de las propias. Frecuentemente tuvieron que enfrentarse con tropas superiores en número y armamento, por ejemplo protegidas por blindados, pero raramente cedieron una posición. En otras ocasiones tuvieron que cubrir sectores del frente que habían sido abandonados precipitadamente por otras tropas nacionales, como los italianos en Guadalajara o los marroquíes en Teruel. Cuenta el autor que en la campaña del Norte los comisarios del ejército republicano publicaron una proclama ordenando que si alguien gritaba: “¡Que vienen los requetés!”, fuera considerado derrotista y fusilado, y añadía que “los requetés son soldados como vosotros”. Al parecer había quien dudaba de ello. Escribe Herrera que en ocasiones lo que les sobraba a los requetés de valor les faltaba de disciplina. Así, al terminar la batalla de Teruel, el Navarra desertó en masa “para ir a saludar a la mujer y cambiarse de camisa”. Ello les valió ir destinados al Ejército del Centro de la península y sufrir el último gran esfuerzo bélico que realizó la República: la ofensiva de Extremadura. La pregunta que cabe hacerse es por qué los requetés estaban tan motivados para hacer la guerra. Podemos aventurar varias causas. Durante el siglo XIX se habían producido cuatro guerras sucesivas entre liberales y carlistas que siempre se resolvieron favorablemente para los primeros. El Oriamendi, himno carlista, reza así: “Por Dios, por la Patria y el Rey/ lucharon nuestros padres/ por Dios, por la Patria y el Rey/ lucharemos nosotros también”. Había algo de genético en todo ello. Los carlistas tenían una dinastía real propia, los Borbón-Parma, y una religión que la República había menospreciado al retirar los crucifijos de las escuelas. Obsérvese el carácter cíclico de la Historia. Cuando el 19 de julio de 1936 la Plaza del Castillo de Pamplona se llenó de las boinas rojas de los requetés la consigna era “bajar a Madrid a poner un poco de orden”. Al final los carlistas no eran más que hombres de campo que no esperaban más que terminar la guerra y volver a las labores de la labranza.