Memorias (József Mindszenty)

El sacerdote húngaro József Mindszenty fue consagrado Obispo de Veszprém en 1944. Arzobispo de Esztergom y Primado de Hungría en 1945, pudo ejercer su ministerio durante casi tres años reclamando la libertad para Hungría y su iglesia. En 1948 fue condenado a cadena perpetua. En 1956 se refugió en la embajada de los Estados Unidos donde hubo de permanecer durante quince años. En 1971 fue obligado a abandonar la embajada y el país estableciéndose en Viena donde murió en 1975. Fue un caso más de los pastores de la llamada "iglesia del silencio", bajo los regímenes comunistas, hasta la caída del muro en 1989.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1975 Emecé
2009 Palabra
576
978-84-9840-225
Colección Arcaduz
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3
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Cuando lei por primera vez las Memorias del Cardenal Mindszenty Europa todavía estaba dividida por el llamado Telón de Acero, que separaba los países comunistas del resto. Lo que más me llamó la atención en aquella primera lectura, fueron los sufrimientos que tuvo que soportar el autor en las cárceles húngaras, y el sacrificio, después de veinticinco años de reclusión y aislamiento, de ser desposeido de su Sede por las presiones del Gobierno húngaro. La segunda lectura, treinta años más tarde, suscita mi admiración por la categoría personal y religiosa del autor. Mindszenty pertenece a una generación de Obispos y pastores mártires, que pasaron directamente de la persecución nazi, durante la Segunda Guerra Mundial, a las cárceles comunistas al final de la misma. A ese grupo pertenecieron Wyszynski en Polonia, Slipij en Ucrania, Stepinac en Croacia, Mindszenty en Hungría y un número ingente de pastores, católicos y no católicos. József Mindszenty fue consagrado Obispo en 1944, bajo la ocupación alemana. En 1945 los soviéticos "liberaron" el país; Pio XII le nombró Arzobispo Primado y le elevó al cardenalato. Hungría, que según los acuerdos suscritos en Postdam por las potencias vencedoras debía permanecer como un país libre y democrático, se convirtió en un régimen comunista bajo el protectorado militar soviético. Entre 1945 y 1948 Mindszenty reclamó libertad y democracia para Hungría y para su Iglesia. El autor reproduce algunos de esos textos y nos parece estar escuchando, con décadas de antelación, la voz poderosa de Juan Pablo II pidiendo la libertad de Polonia y recordando sus raíces cristianas. Por el contrario, los argumentos que utilizaba el Gobierno húngaro en 1946, para recortar la libertad de la Iglesia, nos recuerdan a los que se escuchan hoy en España para favorecer el laicismo; y es que el laicismo, que pasa por moderno, ha cambiado mucho menos que el catolicismo en los últimos siglos. Los comunistas húngaros acusaban a la Iglesia de haber provocado las guerras de religión tiempo atrás (y tanto tiempo), por consiguiente se arrogaron la facultad de regular la libertad religiosa. Todo lo que provenía de la Iglesia y la religión era considerado retrógrado y enemigo del pueblo (nos parece escuchar a doña Teresa Fernández de la Vega y al camarada Chavez), pero en realidad fue el Gobierno húngaro el que echó, en 1956, los tanques rusos sobre los ciudadanos que pedían libertad. La enseñanza de la religión y la misma escuela católica tenían que desaparecer para garantizar la igualdad y libertad de conciencia (paradoja de anular la libertad para garantizarla), como consecuencia, el Gobierno húngaro disolvió las órdenes religiosas y nacionalizó las escuelas confesionales. El Primado siguió elevando su voz para denunciar tales atropellos. En 1948 Mindszenty fue arrestado, torturado (eran los tiempos del estalinismo en los que los reos tenían que declararse culpables ante el Tribunal) y condenado a cadena perpetua por conspiración contra la República. En 1956 el levantamiento del pueblo húngaro liberó a su Cardenal, pero su libertad duró exactamente cuatro días. Mindszenty realizó un llamamiento radiofónico a Occidente pidiendo ayuda para Hungría. El 4 de noviembre los tanques rusos entraron en Budapest y el Cardenal se refugió en la embajada americana. Allí permanecería recluído otros quince años. No quiso abandonar el país ni solicitar la amnistía del Gobierno. En 1971 el Gobierno húngaro obtuvo del Vaticano la salida del Primado de la embajada y del país como requisito previo para la normalización de relaciones. Desgraciadamente ya no había nada que normalizar. La Sede primada llevaba veinticinco años sin ocupar y los Obispos habían ido aceptando la tutela del Estado; los sacerdotes colaboracionistas del grupo PAX, rechazados por el Vaticano, ocupaban todas las instancias eclesiásticas por imposición de la Oficina Estatal para los Asuntos Religiosos. Obligado a abandonar Hungría, Mindszenty se estableció en Viena desde donde viajó por todo el mundo para atender a los católicos húngaros en el exilio. Sin embargo, también esta actividad disgustó al Gobierno húngaro y provocó suspicacias en el Vaticano, que declaró vacante la Sede primada húngara e intentó prohibir la publicación de las Memorias del Cardenal. Finalmente tuvo que intervenir Pablo VI para autorizar la publicación y las Memorias vieron la luz en 1974. József Mindszenty falleció en Viena en 1975. La lectura de las Memorias nos hace ver que también hoy necesitamos pastores valientes, con carácter, inteligencia, formación y piedad. Líderes conscientes de su responsabilidad ante la Iglesia y la sociedad, que defiendan a los pueblos de todas las tiranías, sean éstas culturales, económicas o políticas. Pastores que sepan atraerse el corazón de los pueblos y de sus sacerdotes. Por poner dos ejemplos extraídos de las Memorias: los calvinistas, baptistas y reformados se sentían defendidos por el Primado católico y lo apoyaban; las cartas de Mindszenty, en el periodo crítico de 1945 a 1948, se leían y difundían desde las Parroquias lo que producía una gran desazón en las autoridades comunistas. Todo ello, como hemos visto, fue la causa de su encarcelamiento.