México insurgente

Cuando en 1910 el Presidente Porfirio Díaz llevaba 30 años gobernando México, un grupo de líderes políticos y militares se opuso resueltamente a que continuase en el poder. Entre éstos se encontraba Francisco Ignacio Madero que, el 20 de noviembre, llamó a la insurrección armada. Fue el comienzo de lo que se conoció como Revolución mexicana, que duró diez años y provocó más de un millón de muertos. Uno de sus caudillos fue Francisco "Pancho" Villa, antiguo bandido y ahora general carismático. El periodista John Reed se unió al ejército de Villa para informar a los lectores norteamericanos. "México insurgente" es la crónica de esos días de guerra y ha sido objeto de numerosas ediciones en lengua española.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2017 Porrúa-México
241
970-07-3157-X

Primera edición en 1914.

2005 Txalaparta
325
9788481363203
2000 Crítica
255
8484320180
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Hay crónicas de guerra tristes como "Sin novedad en el frente", otras crueles como "Kapput" y otras que tienden al heroismo como "Hermanos de sangre". "México insurgente" es una obra simpática. No porque carezca de un elevado nivel de crueldad o heroismo, no. Es simpática porque su autor no oculta su simpatía por los insurrectos; porque todos simpatizamos con los humildes y perdedores cuando se enfrentan a los poderosos; porque fue una revolución igualitaria dirigida a favorecer a los campesinos y a los indios; por último, porque el pueblo mejicano es simpático aunque algo inclinado al drama. Lo era Villa y lo fueron sus soldados, que combatían desarrapados, tocados con sus amplios sombreros y sus sarrapes de colores, frecuentemente descalzos.

La Revolución mejicana fue una revolución imposible. Imposible por sus objetivos demasiado ambiciosos: habrían de pasar muchos años hasta que en el país se instaurase algo parecido a un régimen igualitario. Imposible por el personalismo de sus líderes y porque lo era oponerse a los poderes del Estado y a los intereses económicos. Imposible, por último, porque los Estados Unidos vigilaban atentamente lo que sucedía más allá de su frontera del sur. No obstante, la Revolución supuso un paso adelante respecto de la plutocracia agraria y territorial, basada en el modelo colonial de grandes haciendas, que fueron arrasadas por los insurgentes.

John Reed nos trasmite en sus crónicas el ambiente desértico en el que se movían los soldados, siempre pegados al ferrocarril, ya fuera para destruirlo o para volverlo a montar. La soldadesca viaja con mujer e hijos. Cuando la situación lo permite se enciende la fiesta con baile y rasgueo de guitarras, aguardiente y naipes para entretener la espera. Pero también describe la impotencia de los soldados cuando se lanzan, inferiores en medios, hacia las líneas enemigas, el sufrimiento de los heridos o la sed del que escapa para salvar su vida. Por último nos presenta a los "pacíficos", campesinos que tratan de vivir al margen de la contienda, pero no niegan la hospitalidad al que pasa por delante de su puerta. En medio de su pobreza se asombran cuando Reed trata de compensarles sus servicios con dinero.

Y es que México es un país cristiano. En un momento determinado Villa califica a la religión católica como "la superstición más grande que se ha inventado desde el comienzo de los tiempos"; corresponde a la mentalidad liberal y científista predominante en el siglo XIX. No obstante vemos como los soldados comparten sus escasos alimentos o sus monturas en caso de necesidad. El último capítulo lleva por título "Los pastores" y relata la representación de la Navidad en una aldea. Allí intervienen la Virgen y el Niño, los pastores, el mismo Diablo y los pícaros que hurtan su comida a los pastores. Los pensamientos del autor vuelan hasta los Autos de fe y dramas litúrgicos medievales europeos, para concluir que el drama de México ha llegado con retraso y que todavía pasará tiempo hasta que pueda sobreponerse a él.

El libro se lee bien y es ilustrativo sobre México y su historia. Habría que añadir que los mejicanos de aquellos tiempos parecían no tener muy buen concepto de los españoles.