Michael Kohlhaas

Kleist, en sus obras, y principalmente en esta que nos ocupa, Michael Kohlhaas, abordó los problemas del hombre desde un punto de vista simbólico, mediante situaciones que, a manera de parábolas, nos describiesen el absurdo en que se mueve la existencia humana, la prisión en que se debate el hombre y el vacío a veces aterrador que se esconde detrás de los grandes conceptos, en este caso el de la justicia.
En esta pequeña novela se nos narran los intentos del protagonista, tratante en caballería y «uno de los hombres más rectos y a la vez más temibles de su tiempo», «un modelo de buen vecino», por recuperar unos caballos que le han sido arrebatados por una despótica autoridad local. Kohlhaas, hombre de orden y que cree en la justicia, recurrirá a ésta para recuperar lo que, en buena ley, es suyo, pero se encontrará entonces con un muro de arbitrariedad y confusión contra el que se estrellará su rectitud, su personalidad firme y segura, y le introducirán de lleno en el absurdo y el sinsentido de la vida. Kleist nos narra la destrucción, la aniquilación de un hombre y de sus valores, todo ello, en el terreno literario, de manera ágil y convincente, y con un estilo preciso en el que nada sobra y todo tiene una significación.
 

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2006 Nórdica
170
2007 Alba
141
978-84-8428-326-3
Valoración CDL
3
Valoración Socios
3.5
Average: 3.5 (2 votes)
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Imagen de wonderland

Michael Kohlhaas, de Heinrich von Kleist, es un apasionante relato corto acerca de un honrado tratante de caballos que sufre una injusticia y que, como no logra la reparación adecuada, decide actuar por su cuenta. La historia engancha enseguida aunque su segunda mitad es un continuo vaivén de complejidades jurídicas y de intrigas cortesanas, narrado con claridad pero en sí mismo difícil de seguir.
Poco puede decirse a estas alturas de Heinrich Von Kleist que no se sepa. Fascinado por Kant y Rousseau, y fundador de la novela corta alemana (Adelbert Stifter, otro grandísimo, es su principal heredero), se suicidó a los 34 años junto a su amante, dejando huérfano no sólo al romanticismo alemán, sino a la misma literatura universal. En su aparente sencillez, Michael Kohlhaas posee un admirable aliento épico. La narración es pura, nunca psicológica: todo se deduce de la acción y de los diálogos. En la anécdota (el escarnio al que Kohlhaas es sometido en un paso fronterizo) va toda la categoría: la idea de justicia, vilipendiada una y otra vez hasta la fantástica resolución del conflicto. Cada parte está en función del todo. Se escribe con la mira en el punto final. Los detalles dan color, temperatura. Kohlhaas pasa a ser una especie de amigo del lector; y ello no sólo cuando es víctima, sino también cuando es verdugo. Un personaje que no existía en la historia de la ficción, y que Kleist ha tenido el acierto de inventar.
La traducción es impecable, pues el texto está repleto de frases larguísimas, llenas de aposiciones, donde sería muy fácil perderse sin un dominio total del alemán.
Merece la pena también conocerla por lo que tiene de historia prekafkiana —como se la califica con acierto en la contracubierta de la edición de Alba—, que hace pensar en los límites y las insuficiencias de la justicia humana.

Imagen de Ran

En el presente relato, Kleist, nos propone una historia interesantísima en la que el protagonista, Cohlhaas, con un sentido de la justicia tajante, llega hasta el extremo de llevar a cabo acciones que le costarán la vida.

El personaje central, bien caracterizado, presenta una personalidad firme ante la arbitrariedad de una despótica autoridad local, reclamando que le reconozcan sus derechos y se le haga justicia.

En el trasfondo de la narración late un sentido de la justicia tajante y absoluto, que lleva al protagonista incluso, en un primer momento, a tomarse la justicia por su mano; pero su sentido de la rectitud hace que después se someta al dictado de la autoridad aceptando al final la pena capital, una vez que han sido reconocidos sus derechos.

La obra es amena, nada sobra, nada falta. Con un estilo ágil interesa al lector y le lleva a congraciarse con el protagonista y su alto sentido de la justicia.