Siete precursores

El crítico se muestra benevolente con autores hoy olvidados, como el vienés Schnitzler o el contradictorio Tucholsky, y admira sin reservas a Bertolt Brecht. Se extiende tratando a Thomas Mann, el único que recibió el premio Nobel de todos ellos, pero parecen interesarle más sus tendencias sexuales que su obra literaria. No obstante señala que Thomas Mann es un "mago" en el uso de la lengua alemana, lo que forzosamente se ha de perder en las traducciones. En todos ellos señala sus rarezas hasta el punto de casi convencernos que se trata de un grupo de enfermos mentales con "grafomanía". Apunta el enorme "ego" de los autores el cual les lleva a elaborar completísimos diarios y extensos epistolarios, publicados con posterioridad. Muchos de ellos se odiaban entre si o tuvieron dificultades con las mujeres, como Kafka o Tucholsky, que hicieron a éstas depositarias de sus problemas, de su gloria escasamente reconocida y en ocasiones de sus obras no publicadas. Tucholsky, que tenía algún dinero llegado por otras fuentes, tuvo la decencia de nombrar a su musa heredera universal. Thommas Man sufría episodios de atracción homosexual por jovencitos a pesar de estar casado y tener hijos. Ranicky toca el problema del judaísmo de varios de ellos. Lo considera una carga más en la vida del escritor sin verdadera influencia en sus obras. Las conferencias de Reich-Ranicki son una aproximación a determinados autores cuyas obras probablemente no leamos nunca, ya que todos se caracterizaron por escribir novelas extensísimas. Como elaboradas para su exposición oral ante públicos a los que hay que ilustrar pero también entretener, las conferencias se muestran pródigas en anécdotas y profundizan muy poco en los autores y en su obra.