Todo en su sitio

En sus ensayos póstumos e inéditos, Oliver Sacks nos habla de las pasiones científicas y personales que le acompañaron toda su vida. Así, volvemos a encontrarnos con su curiosidad infinita, su inmensa erudición y su desbordante personalidad como médico y escritor.

Su subtítulo de «Primeros amores y últimos escritos» refleja a la perfección el contenido de este volumen: un recorrido por las pasiones y vivencias de los más de ochenta años de vida de Sacks, en el que nos habla de su primer amor por la química, los museos, las bibliotecas, la natación, la medicina y, sobre todo, de ese gran enigma que le fascinó durante toda su existencia, el cerebro; una recopilación de historias inéditas en las que nos asomamos al mundo de los sueños, de los instintos, del envejecimiento cerebral, de la destrucción de la personalidad, de las virtudes olvidadas de los sanatorios; un resumen también de algunos de los «amores» más perdurables del autor: los arenques, la botánica, los jardines, el libro como objeto. Una obra que se cierra con un ensayo que es a la vez un testamento y una advertencia a la humanidad que viene, «La vida sigue», donde su lúcida visión intenta alumbrar una esperanza.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2020 Anagrama
306
978-84-339-6461-8

Traducción de Damià Alou

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Conjunto de ensayos y artículos sobre temas diversos, a veces, de carácter científico y, otras, de índole personal que recopila Oliver Sacks al final de su vida. Como afirma el editor, este libro supone, en realidad, una especie de “apéndice a su autobiografía En movimiento: temas esbozados en ella aparecen ahora ampliados y ramificados conformando una gran obra…, a imitación de su admirado Alexander von Humboldt, con la que pretendió abarcar las versátiles e ingentes facetas del conocimiento humano”. De esta forma, el libro se divide en tres partes: “Primeros amores”, “Historias clínicas” y “La vida sigue”. Los primeros amores hacen referencia a su infancia y a sus aficiones juveniles (la natación y el gusto por los museos de South Kensington en Londres), a su interés por los estudios de Biología y Química, a su amor por las bibliotecas y sus libros favoritos, porque todo lo humano “surge de su pasado pero nunca lo deja atrás, al igual que nunca dejamos atrás nuestra infancia” (p. 48).

En la segunda parte, el autor desarrolla con minuciosidad una serie de casos clínicos en los que él intervino y ayudó a diagnosticar y a tratar, como el hipotiroidismo severo, alucinaciones, epilepsia, viajes extracorporales, obsesiones compulsivas, alzhéimer y distintas demencias; muchos de ellos fueron conocidos y tratados de forma experimental en el Hospital Estatal del Bronx donde trabajó durante veinticinco años: de hecho, los primeros medicamentos antipsicóticos específicos no se utilizaron hasta la década de 1950.

Por último, el libro se cierra con “La vida sigue”: una miscelánea, una mezcla de escritos con contenidos diversos y escasa conexión entre sí. De esta forma, el lector se puede encontrar consideraciones sobre la astrobiología y el comienzo de la vida, la explicación sobre el hallazgo de dos nuevos elementos (el 113 y el 115) o la reflexión sobre “¿por qué necesitamos jardines?”, donde el autor describe el poder de la música y de los jardines como terapia “no farmacéutica”, es decir, la capacidad reparadora y curativa de la naturaleza. Como gran divulgador científico, con un lenguaje rico pero cercano al lector, Oliver Sacks deja en estos escritos su testamento intelectual con acertadas e inquietantes reflexiones sobre el hombre actual: “Los que viven atrapados en el mundo virtual nunca están solos, no son capaces de concentrarse… En gran medida, han renunciado a los placeres y logros de la civilización: la soledad y el ocio, la libertad de ser uno mismo, la capacidad de concentración, ya sea para contemplar una obra de arte, una teoría científica, un atardecer o la cara del ser amado” (p. 281).