Un mundo feliz

Un mundo feliz es un clásico de la literatura del siglo XX, una sombría metáfora sobre el futuro.

La novela describe un mundo en el que finalmente se han cumplido los peores vaticinios: triunfan los dioses del consumo y la comodidad, y el orbe se organiza en diez zonas en apariencia seguras y estables.

Sin embargo, este mundo ha sacrificado valores humanos esenciales, y sus habitantes son procreados in vitro a imagen y semejanza de una cadena de montaje.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2003 Debolsillo
256
978-84-350-0926

Edición económica

2008 Debolsillo
254
978-84-9759-425
Valoración CDL
3
Valoración Socios
3.4
Average: 3.4 (20 votes)
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Género: 

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Imagen de Azafrán

Huxley diseña un hombre dentro de una sociedad imaginada en 1932. Una utopía en la que el hombre inventado puede ser completamente feliz porque cualquier cosa que pudiera desear la tiene a mano o porque está condicionado psicológicamente para no poder desear más allá de lo conveniente para el grupo social. Todo parece estar enfocado para lograr la felicidad de los individuos que lo integran.
La primera cuestión que se le puede ocurrir al lector, y que en el libro ocupa las últimas páginas, es el de la autoridad. ¿Quién es el que se ha tomado la prerrogativa de decidir sobre el destino de los hombres? ¿Quién es el que puede determinar el nacimiento del ser humano y sus condicionamientos vitales –destinado al mundo laboral o destinado al mundo intelectual- a priori, sin contar con la libre elección del individuo?
¿Quién es Dios en la novela Un mundo feliz? Dios es Henry Ford. Y los años se cuentan a partir de su nacimiento, como hoy contamos a partir del nacimiento de Jesucristo.
El reemplazo generacional está asegurado. Un laboratorio clona embriones y los cuida hasta que contemplen su madurez. No se necesita el viejo oficio de madre. No existen esos lazos afectivos entre madre e hijo porque la maternidad ha sido borrada. Cada hombre puede tener las mujeres que quiera, cuando quiera, porque todos pertenecen a todos. Pero nunca podrá tener el amor exclusivo, la entrega total de una mujer. Y las mujeres desconocerán ese misterio que es el hogar, la familia. Toda esa renuncia estará compensada por “Un mundo feliz.”
Pero el cuerpo de la mujer está diseñado para la maternidad. Para solucionar ese pequeño problema de “diseño”, todas las mujeres llevan un cinturón “maltusiano”, que como su apelativo indica, controla –mejor, impide- la concepción. Hoy día, con tanto medio anticonceptivo, la mujer ha alcanzado el status imaginado en Un mundo feliz. Al menos en lo que se refiere a este aspecto.
Lenina es el amor. Al menos para un salvaje (¿?), John. Porque un salvaje en esta utopía es un hombre que continua viviendo como lo hacían los contemporáneos de la publicación de esta novela. Un salvaje ha nacido de su madre, mantiene con ella una relación afectuosa, llora su muerte y desea recordarla durante el resto de su vida. Un salvaje es el que desea tener una relación personal y única con una mujer durante su vida. Un afecto estable. Un compromiso. En este aspecto, el hombre contemporáneo ha dejado de ser salvaje, teniendo en cuenta la duración del matrimonio, de la vida en pareja, en nuestra sociedad actual.
En Un mundo feliz, el diseño de la muerte también está previsto. Los seres humanos no envejecen, al menos exteriormente. Su aspecto físico exterior no se corresponde con el deterioro que la edad causa en el cuerpo. Pero su salud se quiebra y cuando estén al borde de la muerte acudirán a un “meritorio” en el que las drogas, los medios audiovisuales, los entretenimientos, etc. Le impedirán pensar en esas difíciles circunstancias y morir con la mente en blanco, feliz. Mientras los niños corretean entre los moribundos para familiarizarse con el inexorable hecho.
El cultivo del pensamiento personal, original y de sus manifestaciones artísticas está totalmente prohibido. Pensar rompe la tranquilidad social. Cuanto menos se piense, mucho mejor. Un mundo verdaderamente feliz.
Para que todos los individuos sean felices deben renunciar completamente a su libertad, subordinándose al sistema establecido hasta el punto de renunciar a su condición de individuos para pasar a ser simples piezas sueltas e inútiles que, unidas, forman un todo con sentido. La sociedad feliz necesita de individuos felices, así que éstos deben serlo por el bien común de todos, pierden todo derecho a elegir sentirse desdichados, a sentir cualquier sentimiento contrario a la tan venerada felicidad, incluso a pensar por sí mismos o aprender, pues podrían llegar a conclusiones perjudiciales para la sociedad.
En una sociedad feliz no tiene ninguna cabida el arte. ¿Qué sentido tiene expresar emociones y sentimientos si son comunes en todas las personas por igual? Si el arte es una forma de expresión del individuo, ¿Qué clase de arte surgiría de un individuo que desde su nacimiento es negado como individuo? No hay expresión interior de nadie porque las personas que viven en esta sociedad carecen de profundidad psicológica, tan solo siguen las pautas que les han sido marcadas.
Por tanto, en el mundo feliz que se plantea en este libro con el mismo título, las personas dejarían de tener valor individual en la sociedad, serían solo elementos condicionados constantemente para que no dejen de cumplir su función: ser felices.
Sinceramente, no me atrae en absoluto esta idea de la felicidad en que para lograrse se debe renunciar a la propia esencia, renunciar a la libertad de ser individuos únicos me parece un precio demasiado alto hasta para lograr la felicidad.

Imagen de oscar pons

Libro al que hay que leer teniendo en cuenta cuándo y en qué circunstancias fue escrito. No ha envejecido nada bien.

Imagen de conpriego

La descripción de todo un mundo, un mundo posible, en el que la "sensación particular, individual" es de felicidad, es siempre instructiva. Los costes de "la felicidad" pueden ayudar a calibrar el acierto de dicha felicidad. Al fin y al cabo, en la elección siempre hay un sí y un no; y siempre conviene conocer, no sólo a qué se dice sí, sino también a qué se dice no. Nadie quiere nada malo, simplemente -y no es poco- deja algo mejor, mucho mejor.
Es obvio que situarse en el interior del libro exige cierta madurez -no es un libro para infantes- pero también puede ayudar a mantener una buena conversación, capaz de despertar a los imberbes.

Imagen de Chisi

Contrapuesto a 1984 (George Owel) es lectura obligatoria antes o después del mismo. Es sorprendete como se puede situar uno mismo en la piel del salvaje. Es tremendo. Ver que las facilidades que tenemos hoy en día en un exceso, se puede volver horrible Los extremos son tales que la moralidad lo correcto o lo incorrecto aprece no existir. El libertinaje sexual, la "producción" de personas a modo de latas de conserva, el "desechar" a los especímenes defectuosos, una sociedad perfecta llevada a cabo por la manipulación total, olvidar por completo, no la religión católica ya de por sí, sino, ¡la propia espiritualidad del ser humano!. La verdad es que al igual que con 1984 es un mal trago, es difícil de leer por su dureza y por el tipo de escritura poco hilada. Aunque a medida que avanza es mucho ams interesante y se comprende mejor. Es un libro muy recomendable yo lo recomiendo junto a 1984 para poder contrastar los posibles "futuros" de la sociedad actual y podernos situar en ella y ver que hacer desde nuestra pequeña existencia para poder paliar este futuro.

Imagen de acabrero

Huxley, describe, de modo profético, un mundo en el que ya no se procrea a las personas por la generación natural de los padres, sino que se fabrican a través de perfeccionadas técnicas de reproducción artificial. Se hacen hombres de condiciones preconcebidas, unos previstos para ser trabajadores manuales, otros para ser funcionarios o jefes. En ese mundo uniformado y artificialmente organizado, la relación hombre-mujer subsiste sólo como placer. No hay compromiso, no hay unión estable, no está previsto que un hombre y una mujer vivan juntos mucho tiempo. No hace falta para la procreación y han aprendido que pueden convivir un tiempo entre ellos, sin necesidad de ninguna estabilidad. Y, si las cosas se ponen mal en algún momento, en este mundo en que todo está pensado para ser feliz, tienen siempre a mano unas pastillas de droga, que les hará olvidar cualquier disgusto o contratiempo durante las horas que crean conveniente. Por supuesto es una droga inocua, que no hace ningún daño al cuerpo y que se puede obtener con bastante facilidad. De hecho es parte del pago que el Estado hace a sus fieles colaboradores.

. En esta historia, en la que Dios no existe ni la realidad importa, hay dos personajes que se salvan. Uno es un salvaje traído de una reserva en donde unas cuantas personas han vivido durante años apartados de esa sociedad artificial, como un experimento. Aquel hombre, que ha leído libros –en aquella sociedad artificial los libros están prohibidos-, que piensa, se da cuenta de la monstruosidad de sistema y consigue que le dejen vivir en la naturaleza, apartado, trabajando con sus manos, y sintiendo, como algo útil en su vida, el dolor.

El otro disidente es un error de cálculo de la fábrica de hombres. El fallo ha hecho que este hombre tenga posibilidad de pensar algo más de lo previsto para su papel en la sociedad, y esto le lleva a rebelarse contra el sistema. No quiere droga, no quiere utilizar a las mujeres, quisiera un trabajo creador. Al ser descubierto, es deportado a una isla lejana, donde no pueda hacer daño a los que le rodean. Sería muy malo, para aquella sociedad, que los demás aprendan a pensar. Leer artículo...