Zerópolis

Superpotencia del consumismo frenético, emblema del entretenimiento pueril, templo de la tiranía ludócrata, Las Vegas constituye un simulacro urbano inmenso y hueco. Tras el fabuloso despliegue de neones resplandecientes, de edificios megalómanos, de espectáculos rutilantes, se oculta una realidad miserable, deshauciada, unos deseos eficazmente mutilados y reorientados, una existencia segregada y banal, una vida bajo estricto control. El volumen reúne un conjunto de ensayos breves dedicados a comentar diversos aspectos relativos a la ciudad norteamericana.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2007 Anagrama
135
978-84-339-6257-7
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Imagen de JJiménez

En una primera lectura, el libro del filósofo francés Bruce Bégout, Zerópolis, es una descripción de la ciudad de Las Vegas, de su fisonomía, su historia reciente, su puesta en escena. La ciudad se nos desvela en su condición de ciudad espectáculo, ciudad cero, ciudad de la nada, es decir, paradigma de la por él llamada Zerópolis. En una segunda lectura, Las Vegas se erige así en arquetipo de la sociedad en la que vivimos, y sus habitantes, siempre de paso, en el espejo en donde podemos mirarnos como ciudadanos del siglo XXI. “La cultura consumista y lúdica que transfiguró Las Vegas hace casi treinta años gana cada día nuevo terreno en nuestra relación cotidiana con la ciudad, allá donde vivamos. Todos somos habitantes de Las Vegas”.
Vivimos en la sociedad de consumo, y sus mañas se nos imponen. Las Vegas es el material del que está hecho ese espejo: “Habita en nuestras mentes, se expresa en nuestros gestos ordinarios. La afirmación de que Las Vegas es el destino que nos espera halla una nueva confirmación en el fervor con que cada ciudad mundial procura renovar sus antiguos barrios industriales implantando en ellos complejos de ocio y galerías comerciales que apenas disimulan su inspiración”.
En la sociedad del espectáculo, los brillos, las luces, los neones, ocultan, cual parafernalia barroca, la sombra, la falsedad, el cartón piedra, la mentira: “Las Vegas se mofa de todo. Convierte toda realidad en escarnio. Sin preocuparse por la historia, tritura cualquier evento humano en un quimo electrónico y paródico que no deja absolutamente nada intacto. Al hacerlo, revela la esencia primitiva de la sociedad: la imposibilidad de creer en la verdad del otro. Convierte al otro en un completo desconocido.”
Todos vivimos ya en Las Vegas, nueva Babilonia, quizá más sutil. Se impone la anestesia, el consumismo feroz, la superficialidad, la falta de reflexión –ni siquiera la ironía, que marcaría cierta distancia respecto a tanto reality show-. El otro es una amenaza, o algo del que hago uso o abuso. Ya no hay verdad, ya no hay mentira, sólo apariencia –esse est pecipi- “Bajo su hemorragia de luces y espectáculos de toda clase, pone en evidencia una verdad cruel aunque se deba afrontar necesariamente si se quiere continuar viviendo: “Todo es una inmensa y grotesca farsa”. Las Vegas corresponde a una suerte de gigantesca vanitas moderna.”
Sin acritud, aunque con cierto toque pesimista, el autor nos describe Zerópolis no ya como una amenaza, sino una realidad que se nos impone, una modo de vida en el que ya estamos instalados. La única manera de no caer en el consumo feroz y el nihilismo más sutil, es trasformando nuestras vidas; la única manera de “desembarazarse del dominio general de esos mundos imaginarios cerrados a cal y canto que subyugan nuestra realidad”, es “escapar de la ciudad”. La única posibilidad es, según el autor, escapar de la ciudad, sin mirar atrás ni demorarse. Huir de Las Vegas, para “recuperar el sentido común” y “nuestra afinidad íntima con el entorno natural y humano”.
El hombre tiene una verdad irrenunciable que descubrir, su verdad, pero puede perderse si no está atento. Huyamos de Las Vegas, pues.