El profesor de la Universidad de Claremont en California, Ingolf U. Dalferth, desarrolla esta interesante cuestión, dentro de un trabajo más amplio, sobre trascendencia y mundo secular, editado y traducido recientemente al castellano.
En primer lugar, nuestro autor señala el único camino para llegar a la oposición entre fe y razón, que es mediante el desconocimiento racional de lo que es realmente tanto el concepto de fe, como el concepto de razón. Entre otras cosas, porque lo contrario de la fe es la increencia y lo contrario de la fe es la insensatez o irracionalidad (135). Ambos fe y razón son dones divinos.
Por supuesto que creer es humano, en cuanto que el hombre tiene la capacidad natural de recibir el don de la fe y la fe es razonable porque es Dios quien revela y Dios no es arbitrario, sino que lo uno, bueno, lo verdadero y lo bello son armoniosamente coherentes (136).
Sobre todo en el mundo occidental, donde las raíces son profundamente cristianas y, precisamente, el cristianismo se caracteriza, entre otras cosas, por la incesante y temprana búsqueda de la razón para poder expresar los contenidos de la revelación recibidos del hijos de Dios; el Verbo encarnado. Un hecho histórico, que se expresa con lenguaje corriente y se extiende por todo el orbe.
Además, el principio de que Fidens quaerens intellectum, que la fe busca conocer, expresarse, profundizarse. No solo no creemos lo absurdo, sino que buscamos profundizar en la fe para entender todo lo que podamos (162).
Así lo expresaba san Anselmo de Canterbury en el siglo XI, en el origen de la cultura medieval de la civilización de la cristiandad en la que hemos vivido plenamente hasta 1684, en la paz de Westfalia, cuando se rompe comienzan las rupturas en cascada.
Desde entonces, desde la inmanencia, es cuando en algunas corrientes de pensamiento, la razón empieza a recorrer la pendiente del relativismo al romper con la trascendencia. Al dejar de buscar la verdad.
Recuperar la confianza en Dios y en la razón creada por Dios e infundida en cada hombre para buscar la verdad y mover a la voluntad a amarla. Recuperar la confianza en Dios y en la verdad revelada por Dios que es coherente y armoniosa (139).
Llegado a este punto, es interesante recordar que Santo Tomás, como nos recuerda Dalferth, definía la fe como “fides est media inter scientiam et opinionem” (S. Theologiae II-II, q.1, a.1); es decir, “la fe es algo intermedio entre la fe y la opinión”, a lo que añade en seguida: “fides importat assensum intellectus ad id quod creditur”, esto es: “la fe implica asentimiento del entendimiento a lo que se cree” (ibidem).
Es importante concluir que creer es verdaderamente confiar y abandonarse (154), pero también saber que la coherencia y armonía entre fe y razón, cada una en su plano, nos da la seguridad de que la fe cristiana es razonable y se convierte en vida de fe (175)
José Carlos Martín de la Hoz
Ingolf U. Dalferth, Trascendencia y mundo secular, ed. Sígueme, Salamanca 2017, 300 pp.