El respeto universal

 

En el reciente libro de Domingo Oslé titulado “El sentido del cristianismo”, se dedica uno de los capítulos a hablar del “respeto”. Pocas veces nos encontramos con alguien que escriba sobre este tema. Y sin embargo, en la vida misma, si lo pensamos un poco, la realidad es que agradecemos que se nos respete, que se nos tenga en cuenta, que se nos comprenda. Es la vida misma, pero no es general, es decir, no siempre nos encontramos con gente respetuosa.

 “La palabra respetar proviene del latín respicere (observar, ver). Es decir, que respeto significa volver a mirar, observar alrededor, tener en cuenta, contemplar atentamente: lo grande y lo pequeño, lo cotidiano y lo ocasional, lo temporal y lo eterno, lo interno y lo externo, lo circunstancial y lo esencial. En su uso latino, el término implicaba prestar atención o mostrar consideración hacia alguien o algo, en la cultura grecolatina esto se hacía sobre todo con la mirada, a diferencia de la cultura hebrea, más centrada en la escucha atenta del oído” (p. 37).

Parece lo más normal cuando lo leemos pero, al pensarlo un poco, somos más conscientes de que no es la vida misma, es decir, que nos encontramos muchas circunstancias en las que no hay respeto. Puede ocurrir que nos resulte elemental respetar a un anciano, a un personaje conocido con quien nos encontramos, o la autoridad, por ejemplo a la policía, aunque no sea más que por miedo a las consecuencias. Y si reflexionamos sobre el tema quizá hay que reconocer que respetamos más por miedo que por reconocimiento del valor que cualquier persona tiene en sí misma.

“Con el tiempo, esta idea de respeto se fue precisando hasta dar con el significado que tiene hoy: el valor, la virtud, el comportamiento, pero sobre todo la actitud o incluso el arte -porque lo es- de observar cuanto nos rodea con consideración, cortesía y deferencia. Tantas veces, el respeto consiste en mantener una actitud pasiva, de espera, de silencio, por ejemplo, cuando acompañamos a un moribundo o asistimos a un acto ceremonial. En ocasiones, solo la intención sentencia que un acto sea o no respetuoso” (p.38).

Históricamente, como explica el autor de este libro, se puede haber pasado del mero “observar”, prestar atención hacia lo llamativo, a entender que es una virtud. Y, desde un punto de vista cristiano, parece claro que está relacionado con la caridad. Saber amar al prójimo, aunque no sea próximo, es educación, es consideración, es caridad y, por lo tanto, desde un punto de vista cristiano, con más razón, porque todas las personas son hijos de Dios.

Por lo tanto podemos distinguir cuatro tipos de respeto. El primero el que tiene que ver con reconocer una excelencia en la otra persona. El segundo un respeto por honor, por la posición del respetado. El tercero el que nace de la admiración ante la pericia del sujeto respetado. El cuarto es el respeto por “reconocimiento recíproco, y que se profiere a cada persona por el hecho de serlo” (cit. p. 38).

Me parece que llegar sin discusión a esta cuarta consideración de lo que significa respetar, tiene mucho interés para un examen más habitual por parte de todos. En realidad nos encontramos con la caridad cristiana, que no admite excepciones entre las personas.

Ángel Cabrero Ugarte

Rafael Domingo Oslé. El sentido del cristianismo. La esfera de los libros. 2025.