Bienaventuranzas

Bienaventurada

María es, como la llama su prima Isabel, la “bienaventurada” (Lc 1, 45).
Aquella que se atrevió a vivir de esa manera tan sencilla y radical a la vez. Ella es la bienaventurada que se sabe pobre y frágil, que no confía en sí misma, sino en Dios y en los demás.
La bienaventurada que consuela y llora, que une y no deja tirado a nadie.
La bienaventurada que tiene hambre y sed de dar su tiempo y su vida por los demás.
La bienaventurada que no se contenta con medianías, sino que quiere cambiar el mundo con su mirada.

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Dios nos quiere alegres

Las Bienaventuranzas, que son la carta magna de los cristianos, nos muestran el arraigo que debe tener en nosotros la alegría como destinatarios que somos de las promesas de Jesús.
Las páginas de este libro, en el que las autoras van desgranando sus reflexiones sobre las Bienaventuranzas, nos ayudan a verlas como una realidad viva experimentable en la propia conducta, aunque, a veces, tengamos la tentación de pensar que pertenecen al mundo irreal de las utopías o que son una meta inasequible.

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