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En 1923 Enrique Jardiel Poncela se olvida del periodismo y se centra en la literatura. Desde entonces publica numerosos relatos breves en diarios y revistas, que recopilará en 1930 bajo el título Ventanilla de cuentos corrientes. En ellos el humor se mezcla con su virtuoso dominio del lenguaje: uno de los cuentos está escrito sin utilizar la ‘A’ y en otro elude la ‘E’, las dos letras más usadas en español.

Graham Greene, para quien Hector Hugh Munro, alias Saki, es nada menos que el mayor humorista en lengua inglesa de este siglo, cuenta que en la madrugada del 13 de noviembre de 1916, en un cráter de obús cerca de Beaumont-Hamel, se oyó gritar al sargento Munro: «Apagad ese maldito cigarrillo.» Éstas fueron sus últimas palabras; inmediatamente después, una bala le atravesó el cráneo. No podría resumirse mejor la extraordinaria economía de medios que caracteriza los relatos de uno de los genios más ultrajantes de su tiempo.

Sólo un genial humorista como Woody Allen podría concebir un musical en torno a la Viena Fin de Siècle en el que Alma Mahler se la pegara, sucesivamente, a Gustav Mahler, Walter Gropius, Oskar Kokoschka, Franz Werfel, Gustav Klimt, Egon Schiele, Ludwig Wittgenstein y Karl Popper.

Es la obra más popular de Jardiel Poncela, refleja el amor de Mariana y Fernando y la historia de sus extravagantes familias: Fernando y su tío parecen asesinos de mujeres, pero fue la tía de Mariana quien mató a Eloísa, madre de ésta. El padre la enterró bajo un almendro y alquiló esa casa a Fernando y a su tío, científico que experimentaba con gatos a los que daba nombre de mujer.

Don Diego va a casarse con doña Inés, pero ella está enamorada de don Juan. Para evitar la boda de don Diego le proponen a éste un posible matrimonio más ventajoso con una condesa. Cuando don Diego renuncia a doña Inés por la condesa, descubre que todo ha sido un enredo contra él y la supuesta condesa es, en realidad, una criada.

Doña Juana acude a Madrid para que don Martín cumpla la palabra de matrimonio que le dio. En su intento, se disfrazará de hombre (Don Gil) y provocará un fenomenal enredo que mantiene la atención del espectador hasta el último momento.

Rodrigo Montalvo es el colmo de la placidez. Sus hijos, su mujer y su gato le quieren con locura. Trabaja, con muchísima moderación, en la empresa de su padre y vive en un gigantesco chalet. Y, además, es un hombre feliz. O al menos, eso ha creído siempre.

James Thurber es uno de los mejores humoristas americanos. Cuando Harold Ross, recién incorporado al "The New Yorker", en 1927, le comentó al entonces joven colaborador James Thurber "todo el mundo cree dominar el inglés, pero nadie lo hace", poco podía imaginarse que estaba ante un escritor que iba a convertirse, al lado de nombres como Dorothy Parker o Truman Capote, en uno de los autores de referencia de la mítica revista neoyorkina.

Poco podían imaginar los Hermanos Marx, en aquellos tiempos en que los programas de radio en los Estados Unidos no habían todavía alcanzado su apogeo y, por lo tanto, no eran grabados en cintas, que alguien se había tomado la molestia de transcribir estos sketches radiofónicos. Todo el mundo entonces los dio por perdidos y cayeron naturalmente en el olvido.

La tesis de Nancy es una crítica mirada a la España de su tiempo. Ramón J. Sender examina el entorno a través de los ojos de una sorprendida estudiante norteamericana. Refleja a la vez la tradición y la modernidad de un país que se abría tímidadmene al mundo desarrollado pero que guardaba todavía, -en algunos momentos como un tesoro, y en otros como un lastre-, el profundo poso de siglos de costumbrismo difícil de asumir, interpretar y comprender.