Siglo XVII. Mientras Felipe III agoniza en su lecho, el hombre más ambicioso y poderoso del reino, el conde duque de Olivares, consuela al débil sucesor a la corona, Felipe IV, príncipe de Asturias, con una única intención: dominar su frágil voluntad para hacerse con el poder. Entre tanto, en la villa y corte de Madrid la decadencia del gran imperio español afecta por igual al clero, la nobleza y el pueblo. La moral y las buenas costumbres que desde los tiempos de los Reyes Católicos imperaban se diluyen inexorablemente.