Además de uno de los grandes poetas del XX, T. S. Eliot fue el crítico más ambicioso y exhaustivo de su generación. Desde la primera década del siglo pasado hasta su muerte en 1965, ejerció una rotunda autoridad en la literatura anglosajona que le llevó a revisar toda la literatura occidental, desde Virgilio, Dante y los isabelinos hasta Donne, los románticos y Yeats, con el secreto propósito de acreditar la revolución poética que llevó a cabo con La tierra baldía o Cuatro cuartetos.