París

Con la única ayuda de la memoria, el narrador de esta novela emprende la tarea de explicarse a sí mismo acontecimientos de su niñez que en su momento no supo entender. De esa forma, todo lo que le dejó huella pero no percibió porque parecía dictado por las reglas de la más estricta provisionalidad, se muestra ahora en sus diferentes dimensiones, incluidas aquellas que tal vez sólo imagina. Premoniciones, deudas inesperadas, equivocaciones, remordimientos, motivos de júbilo y deseos de reconciliación y de revancha salen a la luz y hallan acomodo, sin contradecirse, en ese territorio donde el recuerdo de lo que fuimos se mezcla con la nostalgia de lo que ya nunca seremos, donde pasados que no nos pertenecen amenazan con condicionar nuestro presente y donde los secretos que quisimos desentrañar, cuando por fin se revelan, lejos de diluir la desazón que nos impulsó a investigar, contribuyen a confundirnos más. Historia de silencios en la que lo que no se dice tiene tanta importancia como lo que se dice, "París" es un viaje nocturno, a veces reflexivo y a veces extravagante y desolado, en busca de la línea de sombra en la que los miedos habitan, pero es también, y por lo mismo, un periplo en pos del olvido, un recuento minucioso y esperanzado en el que las certezas pierden paulatinamente su razón de ser y son sustituidas, como si de un sueño se tratara, por el vacío del tiempo. Sirviéndose de una prosa armoniosa y precisa, Marcos Giralt Torrente confirma en esta  novela las expectativas que despertó con su primer libro, Entiéndame, y se ratifica como uno de los mejores narradores de su generación.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1999 Anagrama
304
84-4339-24438

Premio Herralde de novela, 1999.

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Imagen de Azafrán

“En consecuencia, tan pronto encontraba ridículas mis suspicacias y me decía que lo importante era el presente, como volvía a regodearme en el estado de impostada orfandad en el que la supuesta traición de mi madre me sumía. Tan pronto me dejaba invadir por la melancolía y consideraba a mi madre un monstruo de hipocresía, como de repente era el tremendo desvalimiento y fragilidad que denotaría una rendición a los designios de mi padre como la que presumía lo que me conmocionaba y me llevaba a absolverla. Tan pronto me consideraba desprotegido y con menos espejos que nunca en los que mirarme, como me invadía un sentimiento liberador por una posibilidad que al fin y al cabo redimía en algo nuestra fatigante soledad, la incondicional entrega de mi madre.” Págs. 192 y 193

Un hombre maduro nos cuenta en primera persona sus recuerdos de infancia y adolescencia hasta llegar al presente: visita a su madre anciana que ha perdido la capacidad de reconocerle.

La vida que este hombre nos relata, es una indagación, un buceo, en la memoria. Un análisis psicológico de los sentimientos experimentados. Su implacable búsqueda de la verdad en su vida y en la de su madre, quien es para él refugio y sustento ya que la figura del padre es algo inestable y durante muchos años inexistente.

De niño no se hace preguntas. Acepta lo que tiene. Su madre va ayudándole a asimilar la difícil situación de tener un padre que pasa periodos en la cárcel y después desaparece de sus vidas sin previo aviso. Pero esta conducta errática de la figura de padre, parece no afectarle mucho. Al llegar a la adolescencia empieza a preguntarse por los sentimientos de su madre quien parece mostrar misericordia ante el comportamiento del padre y le auxilia económicamente.

Otra figura decisiva para comprender la evolución de los sentimientos del protagonista y su situación en el entramado familiar es la tía Delfina, hermana única de su madre y quien parece mantener una relevancia moral sobre la madre del protagonista.

Tras el definitivo abandono del padre, la madre del protagonista le deja durante un curso en La Coruña en casa de la hermana y tía, Delfina. Relación impecable con los tíos. Mientras tanto la madre intenta buscar trabajo en París con intención de establecerse allí.  Pero todo anuncia un nuevo fracaso y un regreso a la capital de España donde continuarán sus vidas.

Y entonces, ¿por qué el título de París?

Porque para el adolescente que comienza a interrogarse sobre los auténticos sentimientos y padecimientos de su madre, París es un símbolo de lo desconocido, de las auténticas motivaciones que rigen la conducta de una madre solitaria y sacrificada. Necesita saber qué ocurrió en París. Si París significó una nueva rendición a los caprichos de un padre siempre ausente. Y la falta de explicaciones de la madre rompe la confianza que como hijo sentía hacia ella durante la infancia.

El estilo de novela es bastante descriptivo. Realista en la concreción de los detalles y sobre todo, una descripción minuciosa de las emociones de los personajes, de sus estados anímicos.

“Sonaba música en el tocadiscos y estaba sentada en la butaca que había de cara a la puerta, la misma del día anterior, sin otra luz que la débil y grisácea que penetraba por la ventana situada a su espalda. Su figura quedaba así en medio de la penumbra, ensombrecida bajo el alto respaldo del sillón, en el que se había acurrucado en diagonal con las piernas plegadas a un lado y los pies descalzos subidos en el almohadón. Solamente el beige del entallado jersey retenía algo de luz, mientras que la falda y las medias marrones parecían diluirse en el marrón más oscuro de la tapicería. Se había recogido el pelo en un moño, un peinado que a mí me gustaba pero que esa tarde, a pesar del juvenil lápiz en torno al que estaba atado, acentuaba su aspecto cansado.” Página 248

La historia se ralentiza a causa de las numerosas descripciones físicas y de los profundos análisis psicológicos.

Hay dos momentos que suponen un gran impacto para el protagonista: el momento en que descubre por casualidad una cita de sus padres en un bar anodino de Madrid y la discusión que se produce entre su madre y su tía Delfina en su presencia y que suponen el comienzo del desenlace: la madre le da por fin toda clase de explicaciones sobre los silencios que hasta entonces se habían producido en su falta de comunicación.

De esa discusión queda en claro que la vida de las dos hermanas, tras la muerte de la madre, la abuela de la protagonista, resultó muy dura a causa de un nuevo matrimonio del padre y abuelo viudo. Ese nuevo matrimonio trajo consigo el matrimonio precipitado de la mayor y una situación insufrible de la menor, la madre del protagonista. En cuanto la madre del protagonista alcanzó la mayoría de edad, se escapó de casa con el que después se casaría y que sería el padre del protagonista. En la discusión Delfina reprochó la huida alocada del hogar de su hermana y esta, a su vez, le reprochó la huída de Delfina con un matrimonio que, a simple vista, se antojaba frustrante.

La confesión de la madre del protagonista resulta impactante, muy fuerte. Tanto que le cuesta, al adolescente protagonista, dos capítulos asimilarlo y aceptarlo. Ambas situaciones constituyen el nudo de la novela. Y que explica muy bien la pérdida de la memoria de su madre: “No es él tu padre, me dijo. Nuestro padre es el mismo.” Página 275.