Pienso que todos habremos comprobado en más de una ocasión la fascinación que el color produce muy pronto en los niños, casi desde los primeros meses, y que, cuando tienen aún pocos años, basta con darles una hoja de papel y unos lápices o unos rotuladores para mantenerlos entretenidos durante un buen rato. Michel Pastoureau, historiador francés, reconocido mundialmente por sus investigaciones sobre el color, los símbolos, la heráldica, en Los colores de nuestros recuerdos, que se acaba de traducir, nos ofrece un libro fascinante, a caballo entre las memorias, la divulgación y la erudición: un texto ameno, pedagógico, escrito con excelente prosa y bien traducido por Laura Salas Rodríguez.

Por un lado, cuenta hechos de su vida en los que el color tuvo un papel importante y que probablemente llevarán al lector a evocar sucesos parecidos. Historias y anécdotas variadas, algunas muy divertidas, que ha agrupado por temas en siete capítulos (la indumentaria, el deporte, el arte, la vida cotidiana…).

Sobre esta base anecdótica, escrita con afecto hacia las personas y con cierta ironía, el erudito va  intercalando información interesante sobre la historia de los colores y acerca de variadas cuestiones antropológicas, filológicas, sociológicas, científicas relacionadas con el color. A esto hay que añadir los comentarios acerca de su tarea como investigador –no exenta de incomprensiones– y las reflexiones, apoyadas en textos de otros pensadores y artistas, para tratar de definir y explicar el color, cosa nada fácil, aunque todos estemos predispuestos a dar nuestra opinión sobre el tema, como ha comprobado el propio Pastoureau innumerables veces, en conferencias ante un público variadísimo, que incluye a niños, alumnos de la universidad y a adultos de todos los sectores sociales.

"Los colores del físico o del químico, pues, no son los del neurólogo o los del biólogo. Pero estos últimos tampoco son los del historiador, el sociólogo o el antropólogo. Para ellos –y de manera general para todas las ciencias humanas– el color se define y se estudia, para empezar, como hecho social. Más que la naturaleza, el pigmento, el ojo o el cerebro, es la sociedad quien 'hace' el color, quien le otorga definición y sentido, quien declina códigos y sus valores, quien organiza sus prácticas y determina sus aportaciones" (págs. 243-44), afirma en la parte final del libro, que por esto resultará interesante para un público amplio.

Luis Ramoneda   

Michel Pastoureau. Los colores de nuestros recuerdos. Periférica 2017