Dice Cervantes en el Quijote que donde hay mucho amor no suele haber demasiada desenvoltura. Hablar del pudor, que el DRAE define como honestidad, modestia, recato, no es fácil en los tiempos actuales, por lo menos en nuestro entorno occidental, pues es un sustantivo que suele asociarse a mojigatería, a tenebrosos tiempos pasados, a falta de espontaneidad, a represión y frustración... Me parece que Fernando Hurtado lo hace con mucho acierto en Personalidad y belleza en la mujer, pues da con las claves antropológicas en las que se fundamenta esa virtud y muestra de un modo atractivo la importancia que tiene, por esto el libro lleva como subtítulo claves de la relación varón y mujer.

El punto de partida y el eje del texto es la definición de san Juan Pablo II, antes de ser papa, en Amor y responsabilidad: El pudor es la tendencia, del todo particular del ser humano, a esconder sus valores sexuales en la medida en que serían capaces de encubrir el valor de la persona. Es un movimiento de defensa de la persona que no quiere ser objeto de placer, ni en el acto, ni siquiera en la intención, sino que quiere, por el contrario, ser objeto del amor.

En el arte, sobre todo en la literatura, el cine, etc., es muy importante la elipsis, pues no se trata de dar toda la información precisa, sino de sugerir, de dejar al lector o al espectador que saque conclusiones, que use la imaginación, que sea un poco actor o protagonista. El pudor, que es también elipsis, ayuda a contemplar al otro como persona, no como un mero objeto, sino como alguien que merece veneración y respeto, cosa que la desnudez impide casi siempre, porque, además, hay que tener en cuenta –en el libro se explica con claridad– que es distinto el modo como el varón y la mujer captan el cuerpo femenino, y esto tiene consecuencias importantes en las relaciones cotidianas entre las personas de distinto sexo. El pudor subraya la belleza del cuerpo, mientras que la provocación lo embrutece, aunque no siempre se sea consciente de esto, por el mimetismo con que tendemos a comportarnos a menudo y la influencia que tienen la moda, la llamada prensa del corazón... Afirmaba Unamuno que la lujuria, el juego, la embriaguez, entontecen a los pueblos y acercan al hombre al bruto, es decir, es necesario formar, desde edades muy tempranas, en la virtud fundamental de la templanza y en las que de ella se derivan.

 Luis Ramoneda  

Fernando Hurtado. Personalidad y belleza en la mujerClaves de la relación varón y mujer. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Ávila. 2015.