Hergé era muy aficionado a los coches, hasta el punto de comprar todos los que le gustaban cuando tuvo medios para hacerlo, por eso los dibujó con pasión y talento. Además, entre 1937 y 1939, trabajó regularmente para La Revue Ford, editada en Bélgica, y ocasionalmente colaboró con varias publicaciones en las que muy pronto se demostró la riqueza de su inspiración y su interés por el realismo documental.