Alumnos Villanueva

Modera: Gabriel Rodríguez Pazos

Fecha: 12 de Enero de 2021

Diciembre, 2018

Señora de rojo sobre fondo gris

Delibes, Miguel

Un pintor cuenta a su hija la relación que tuvo con su mujer, recién fallecida tras una operación. El pintor ha perdido la inspiración. A lo largo de la obra se descubre cómo es la enfermedad de su mujer la que le ha ido privando de esta.

Comentarios

Imagen de acabrero

La relectura de este libro después de muchos años me ha supuesto una cierta sorpresa. Al leerlo me iba acordando de detalles de los que me acordaba, pero la impresión general ha sido distinta. He sido seguramente más consciente que entonces del fondo. Un fondo un tanto intrascendente y escéptico que sin duda refleja la persona del autor. Creo que hay aspectos de la vida de quien escribe que es imposible obviar, sobre todo cuando se escribe un relato en cierta manera autobiográfico. En la novela el protagonista y relator es pintor, el autor es escritor, pero eso es irrelevante.
En la novela se ve a una mujer muy valiosa, soporte imprescindible para su marido el artista, que va a misa los domingos y que en los momentos fundamentales de su vida se acuerda que debe acudir a los sacramentos. Es una fe superficial, un barniz superficial típico del cristiano castellano rural. Yseguramente no hay más. Pero en el pintor –o sea, en el escritor- no hay ni eso. Lo tolera con gran respeto en su esposa, como algo ajeno aunque familiar y habitual.
Seguramente este aspecto de la vida de Delibes, si es que se le puede aplicar sin más la observación del pintor, es lo que produce una novela un tanto triste. Muchas veces lo he escuchado: Delibes es triste en sus novelas. Ahora he comprobado que en este es verdad. En otros no me lo parece.
 

Imagen de Azafrán

La catarsis que produce el tiempo en la mente del ser humano, también en el caso de Miguel Delibes, ha impreso carácter en este retrato de esposa, que es el tema elegido por el autor para darnos a conocer el temperamento del ser más importante en su vida.
Tras veinte años, Miguel Delibes presenta al lector lo que recuerda su alma de Ana, nombre ficticio de Carmen. Pero aunque inventa un nombre gran parte de lo que el lector lee no es fruto de la invención. Es fruto de la vida entre dos. Un homenaje a una mujer fuerte a pesar de su apariencia desprotegida, endeble.
La disculpa, un cuadro que recoge su imagen. O mejor, el rescoldo del amor que ha purificado los recuerdos del esposo. Ningún aspecto negativo. Es una novela de protagonista amado. Los tendría seguramente. Pero parece que el tiempo ha desdibujado aquello que pudiera molestar y ha perfilado con acierto lo bello y lo bueno.
Nada de rencor. Todo admiración.
Un monumento a la mujer discreta que sabe poner su persona al servicio de su familia y crecer en el aprecio de los suyos, por su dedicación a ellos y por su entrega silenciosa. Parece que fue feliz. Entonces, supo escoger, acertar.
Ana, o Carmen, eligió abandonar los estudios universitarios para acompañar a su esposo, para no depender de un trabajo propio, para estar disponible para sus hijos. Los pros y los contras todos los vemos. Sus hijas recibieron el estímulo necesario, el impulso para acabar sus carreras. ¿Podría interpretarse como un arrepentimiento personal? ¿Sería más bien la percepción de que la sociedad española estaba cambiando y que a la mujer del siglo XXI se le pediría además un trabajo profesional?
Para sus hijas, para las mujeres que trabajan en la España del tercer milenio, la vida es más complicada. Todas desearían un homenaje como el de Señora de rojo sobre fondo gris al final de sus días. Un rendido homenaje de amor como correspondencia a tanta entrega. Pero parece que hoy, una mujer admirada es aquella que además de atender a su familia triunfa en el mundo profesional. ¿Demasiado estrés?
Ana, o Carmen, fue feliz y lo que es tan importante, hizo feliz a Miguel Delibes y a sus hijos. Ese el mensaje último que Miguel Delibes encierra en 112 páginas llenas de idas y venidas por los pasillos de las alegorías, de las sinestesias, mientras el pasado se superpone al presente, que es la ausencia del ser amado.
Una buena reflexión sobre lo que de verdad importa entre un hombre y una mujer.

Imagen de acabrero

Este libro lo leí en las fechas de su publicación, hace ya unos años. Me gustó, quizá porque estaba viendo en la protagonista a una persona que yo conocía bien. Además, en aquella época, leí varios títulos más de Delibes. Ahora lo he releído, por la actualidad. Me ha gustado menos, sin que pueda decir que me ha defraudado. Hay una circunstancia que me sorprende: acababa de releer "Por donde sale el sol", de Valdecasas. Y me llamó mucho la atención la coincidencia de temas, de personajes, de situaciones. El de Blanca es anterior, pero el de Delibes parece ser que tiene a su propia mujer como referencia. No me gusta el tipo de mujer que describe, autoritaria y tan segura de sí misma parece que los demás no tienen más que fijarse y preguntar, pero es indudable que Delibes siente auténtica admiración y ternura. Escrito con la misma riqueza de tantos otros libros suyos, se lee con agrado aunque el tema resulte un tanto triste.

Imagen de enc

"Señora de rojo ..." es un libro que se lee con paz; que da paz. Es el recuerdo de la esposa del escritor -a penas enmascarado bajo unos personajes ficticios- en ciento diez páginas perfectas. Uno de los célebres monólogos de Miguel Delibes.

Imagen de Mon

Es un libro muy sencillito (se lee bien). La técnica narrativa es un pelín atrevida (segunda persona, como en "Cinco horas con Mario") y también es un poco atrevido el estilo. Igual que en "Cinco horas con Mario", se describe a un personaje que ya ha fallecido. Al parecer se trata de un homenaje que Delibes quiso hacer a su esposa fallecida. Realmente se trata de un verdadero homenaje porque el personaje de la esposa resulta ser un dechado de virtudes. Le dijeron a Delibes que había dibujado una santa en lugar de una mujer y respondió que la cuestión de un personaje acertado no depende de que sea un ángel o una puta sino de que funcione.
A mí, personalmente, me llamó más la atención el autorretrato del narrador (porque igual que en "Cinco horas con Mario", aquí el retratista queda retratado): es también un personaje de una pieza, pero triste, triste.