Auster, Paul

Biografía: 

Paul Auster nació en 1941 en New Jersey. En A salto de mata (1998) cuenta cómo sus padres, judíos, se divorciaron después de frecuentes desavenencias por cuestiones de dinero. Tras su paso por la Universidad se marcha a Francia. Son años de variadas experiencias profesionales en los que va madurando su vocación de escritor. Además de trabajar en un petrolero y realizar otros trabajos corrientes, tradujo a poetas franceses, escribió algunas obras de teatro y una breve novela policiaca e hizo de negro para otros escritores. Vuelve a Norteamérica con 33 años y comienza una nueva etapa: deja atrás un matrimonio fracasado, sigue con la amenaza de los problemas económicos y tiene el deseo claro de escribir y sólo escribir.

Varios: 

En sus obras aparecen desde el principio los temas que le obsesionan: el azar, la soledad, la dificultad de conocer a los demás y a la vez la necesidad de unos por otros. Los trata con registros muy variados: prosa ensayística e introspectiva en La invención de la soledad; recurso (sólo instrumental) a lo policiaco en el ciclo de la Trilogía de Nueva York; vagabundeo metafísico en la ciencia ficción en El país de las últimas cosas (1987).

De estos primeros años, además de estas novelas, es El arte del hambre (1982), conjunto de ensayos en los que reflexiona sobre el oficio de escribir. Toda esta producción de los ochenta es conocida y publicada en España a partir de 1988 gracias a las editoriales Júcar y Edhasa, que también se ocupan de sus poemas de los setenta. Son novelas duras de leer, desasosegantes, que muestran a un escritor poco convencional, lleno de preguntas, poseedor de un estilo claro y limpio, muy depurado ya desde sus comienzos.

La eclosión de un escritor

El palacio de la luna (1989) inaugura una segunda etapa que termina con Mr. Vértigo (1994; ver servicio 118/95). Son los años de eclosión en los que pasa de autor para iniciados a escritor de éxito generalizado y ampliamente traducido en Europa. Se consolida el perfil del héroe austeriano: personajes complejos que querrían ser buenos, llenos de enigmas, que no dudan en romper con todo y empezar de nuevo, lastrados de culpa, en busca del amor. Los temas son los mismos pero asistimos a la epifanía de su gusto por la historia, de un dominio del arte de contar que atrapa a sus lectores. Esta producción de éxito incluye cuatro novelas, las dos citadas más La música del azar (1990) y Leviatán (1992; ver servicio 162/93), y un breve relato, El cuaderno rojo (1993).

Son novelas más sencillas de leer que las primeras, con menos carga autobiográfica, más norteamericanas en cuanto a los temas que tratan: narrativa de aprendizaje, crítica a la sociedad de consumo y al liberalismo, añoranza de la comunicación interpersonal.

Todas sus novelas están montadas sobre su particular concepción de la secuencia suceso-reacción -actuación. El suceso, un motivo desencadenante de las historias, es muchas veces fortuito. La reacción ante lo inesperado es una respuesta de extrañamiento. El suceso suele tener unas consecuencias graves que provocan en el protagonista una fuerte sensación de culpa. La actuación que se deriva es obsesiva y exagerada, anormal en una palabra. Periodos de hundimiento psicológico, soledad, espiral alcohólica y de degradación sexual, truculencia, vacío, tentación de suicidio.

Con este esqueleto podría entenderse a Auster como un escritor sombrío y pesimista, carente de respuestas, y no se explicaría su éxito.

Obsesión por el azar

Su obsesión por el azar no es fácil de desmontar. Las situaciones que describe son perfectamente verosímiles, y testimonian la poca distancia que hay entre lo que ocurre y lo que podría no haber ocurrido. Encontrar un demiurgo más consistente lleva a otro plano al que no puede accederse fácilmente sólo con la inteligencia.

Además Auster cuenta con dos sólidos apoyos técnicos: su capacidad de fabular y su estilo. Su imaginación desbordante le lleva urdir excelentes historias, con tramas complicadas pero lógicas, verosímiles. Cada cosa sigue a la anterior en una sucesión coherente de pliegues y repliegues, con una sinuosidad de prestidigitador. Para ver lo bien que narra basta tratar de contar a un amigo el argumento de una de sus novelas. Sucede que la convención que se ha admitido entre autor y lector, y que ha funcionado sólida durante la lectura (es lo que distingue a un buen escritor), se vuelve titubeante fuera del momento de la lectura.
Javier Cercas (Aceprensa)

Nacimiento: 
1941
Fallecimiento: