Agua de noria

Novela policíaca centrada en un complejo caso de secuestro relacionado con una clínica donde se extraen órganos a mendigos y sin techo para trasplantarlos a enfermos de alto poder económico, capaces de afrontar las elevadas facturas. El autor utiliza el género detectivesco para realizar una reflexión sobre la situación de la justicia en España tras las reformas recientes del Código Penal. El comisario encargado del caso y un inspector de su confianza comienzan a investigar lo que ocurre en la recoleta clínica, pero enseguida tropiezan con presiones de las "altas esferas" que obstaculizan, cuando no paralizan, su trabajo. En la obra no importa tanto esclarecer el asunto central sino testimoniar la situación de una sociedad anestesiada por razones económicas e ideológicas, que no acaba de distinguir entre el bien y el mal, el delito y la correcta práctica de la medicina. Así, la acción se torna lenta y discursiva. Como acierto subsiste el estilo, de una espontaneidad lograda tras un intenso esfuerzo de elaboración y con un léxico sencillo, de profunda raigambre castellana, entremezclado con giros castizos muy madrileños. Pensada para inducir a reflexión, la novela plantea interrogantes éticos y rechaza las respuestas fáciles, y ofrece un mensaje de perseverancia: el comisario y el inspector deciden seguir dando vueltas a la noria de su trabajo con la esperanza de que algún día de los cangilones saldrá agua clara.

© Reseñas bibliográficas Fundación Troa

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2008 RBA
252
84-9867-058-5
Valoración CDL
4
Valoración Socios
3.5
Average: 3.5 (10 votes)
Interpretación
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  • 2
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  • 3
  • Muy Recomendable
  • 4
Libro del mes: 
Julio, 2009

Comentarios

Imagen de Porto

Como es habitual en el autor, la novela está muy bien escrita y bien llevada la trama. El asunto, como se dice ya en otras reseñas, es una denuncia social de una sociedad que está llevando al absurdo unos dignísimos conceptos como investigación, libertad, derechos, etc, desposeyéndolos de su sentido y convirtiéndolos en un conjunto de absurdos. El sentido común de personajes normales y hasta incultos hacen resaltar todavía más la incongruencia de la sociedad en la qu estamos viviendo. Es una novela muy actual.

Imagen de Azafrán

La posibilidad de enfrentarme a una novela policíaca, con todas las características de tal género, despertó mi curiosidad y se me presentó como un desafío en la obra de José Jiménez Lozano. ¿Sería el comisario Desi un policía tan astuto como Jessica Fletcher, Hércules Poirot, Sherlock Holmes, y un largo etcétera? ¿Uno más entre esos seres especiales capaces de descifrar sutiles jeroglíficos de pruebas invisibles y de llegar a identificar, sin la menor duda, al culpable acreedor del peso de la justicia?
¿Qué tienen en común –si es que tienen algo- Sherlock Holmes, Hércule Poirot, el inspector Maigret de Simenon, Philip Marlowe de Raymond Chandler, Sam Spade de Hammett, el Father Brown de Chesterton, Jessica Fletcher de Angela Lansbury, Philo Vance de S.S. Van Dine y el comisario Desi de José Jiménez Lozano? Precisamente eso, su infatigable empeño por encontrar al culpable para que pague su crimen.
Otros autores, creadores de enigmas policíacos, se han decantado por soluciones sofisticadas en las que manifiestan su preferencia por encumbrar la sagacidad del investigador en detrimento u olvido de las víctimas. En ese grupo cabría mencionar a los investigadores de John Dickson Car: Gideon Fell y Sir Henry Merrivale (bajo el seudónimo Carter Dickson). Ambos cultos, brillantes, gordos, algo sudorosos, lentos al caminar y decididamente sedentarios. Las novelas de Dickson Carr son las del “cuarto cerrado”. Es el maestro de esta modalidad que heredó del Gaston Leroux de El misterio del cuarto amarillo (con su personaje Rouletabille, un joven periodista convertido en detective aficionado). Sin embargo para Dickson Carr, lo importante no es agarrar al asesino y condenarlo por el asesinato que cometió. Dickson Carr ama más la lógica que la vida. Un muerto, para él, es un enigma con mayor o menor importancia. Lo que importa en grado sumo es el enigma. En suma, un ejemplo de escritor cuyos investigadores han perdido el norte, el concepto claro de a quién sirven con su trabajo, deshumanizados.
Y es ahí, en las antípodas de estos investigadores sofisticados y deshumanizados, dónde encontramos al comisario Desi. Puede que no destaque por su sagacidad. Tal vez su trabajo se asemeje más al trabajo constante del borrico que llena de agua los cangilones de la noria y hace brotar con su esfuerzo el orden y la vida del huerto. Un hombre con una infancia feliz en la que se sintió querido. Un hombre con raíces que podía distinguir la autenticidad de los sentimientos porque los había experimentado previamente. Y por lo tanto un hombre que había aprendido a mirar a otro hombre, fuera quien fuese, como un ser igual a él, a quien serviría con su trabajo de policía si hubiera menester.
En esta novela, José Jiménez Lozano, enfrenta al comisario Desi, no a un crimen cualquiera, sino al mismo concepto de crimen y de culpabilidad. Lo que está en juego es el concepto de libertad, de justicia, de independencia del ser humano frente al poder –político o científico-.
En el trasfondo, la lenta marcha de la sociedad democrática, a la que se puede manejar con el cuarto poder: la prensa. Y el triunfo -la impunidad- de los poderosos sobre los débiles.
Una novela inquietante y sumamente peligrosa para aquellos que pretenden imponer sus intereses a la mayoría mediante el control de la opinión. Una novela que alcanza la cima de la expresión de la lengua castellana capaz de naturalizar los decires cervantinos. Una novela filosófica. Una novela profundamente humana.

Imagen de acabrero

Es indudable que Jiménez Lozano se plantea una novela con un ánimo de denuncia. Una denuncia totalmente certera. Pone sobre el tapete el gran problema político de las así llamada “libertades sociales”, que significa que todo vale, y que la moral la vamos arrinconando como algo inútil. En esta historia se plantea el problema de las investigaciones biológicas. Hace no muchos años nadie hubiera dudado que es monstruoso investigar con enfermos sin su conocimiento. Hoy ya no se sabe lo que puede salir porque los hechos se denuncian y no se condenan. Esta novela es muy humana, y muy provocativa. En algún momento puede parecer ciencia ficción, pero luego uno lo piensa y se da cuenta de que la perversidad está tan dentro de muchos médicos de ahora como lo estaba entre los nazis.

Imagen de wonderland

Tiene su antecedente en una obra anterior, "Ronda de noche". Agua de noria es una novela de intriga que supone un broche brillantísimo a la carrera narrativa de José Jiménez Lozano. Con el descubrimiento de un cadáver y la consiguiente pesquisa policial se inicia una trama que nos llevará a descubrir un asunto turbio relacionado con la investigación científica y en el que nadie es lo que parece. La profundidad de la indagación en la esencia psicológica y sentimental de los personajes, la variedad de registros y el tono costumbrista entrelazado con la intriga de la trama y los quiebros argumentales de esta novela hacen de Agua de noria una lectura apasionante que aúna la mejor novela de entretenimiento con lo más egregio de la literatura española. Jiménez Lozano no defrauda con este nuevo libro. En él no es habitual el género policíaco, sin embargo, incursiona con maestría y ofrece más que un buen conjunto de personajes y trama auténtica que lleva a profundizar en las características del ser humano. Además de todo, entretiene, como toda buena novela.

Imagen de Quico

Soberbia. Aunque me haya quedado con las ganas de asistir a una comida con el comisario y el inspector Ledesma, aunque me haya quedado sin saber el resultado de la autopsia del doctor Toya, debo reconocer que he disfrutado tremendamente de esta novela, continuación, o consecuencia, de Ronda de noche, publicada ya hace diez años por el autor. A lo largo de ella se hace una presentación de lo que ocurre con frecuencia en nuestra sociedad, y la manera por la que los medios de comunicación, a través de los resultados de "inocentes encuestas", nos hacen ir transformando nuestros principios. Una vez más, ha estado soberbio D. José.

Imagen de fcrosas

Jiménez Lozano no defrauda. Aunque es mucho mejor cuentista que novelista, nos ofrece aquí un ramillete de personajes y de situaciones que, entreteniendo, enseñan qué es el hombre. Aparentemente, podría parecer un osadía la incursión de Jiménez lozano en el género policiaco; pero sale bien librado y nos regala, una vez más, LITERATURA con mayúsculas.