El cerebro de Kennedy

En otoño de 2004, la arqueóloga sueca Louise Cantor, que dirige unas excavaciones en el Peloponeso, se dispone a regresar a su país por unos días para participar en un seminario sobre enterramientos en la Edad de Bronce. Arde en deseos de ver a su hijo Henrik, que vive en Estocolmo y al que planea visitar antes de volver a Grecia. La víspera de su partida, varios contratiempos la llevan a rememorar la ruptura con su ex marido, Aron Cantor, que la abandonó años atrás y ahora está en paradero desconocido. Ya en Suecia, decide ir a ver a su hijo pese a que éste no ha contestado a ninguna de sus llamadas en los últimos días. Cuando entra en el apartamento de Henrik, extrañamente silencioso, verá algo que tardará en asimilar: su hijo está muerto.
Aunque los forenses dictaminan que se trata de un suicidio, Louise, decidida a averiguar por su cuenta los motivos de la muerte de su hijo, se lanza a un arriesgado periplo que le llevará de Australia a España, de Suecia a Mozambique. A medida que avanza en sus investigaciones, no sólo va descubriendo facetas desconocidas de su hijo, sino que también se abre paso por una oscura trama en la que están implicadas la embajada de Suecia en Mozambique, una organización en favor de los enfermos de sida en África y una importante industria farmacéutica. Y ya desde un principio, unas sombras que se mueven alrededor de Louise van estrechando el cerco.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2006 Tusquets
344

Título original:Kennedys hjärna. Traducción del sueco de Carmen Montes del Cano.

2010 Tusquets
340
978-84-8383-179
  • Encuadernación: Rústica
  • Colección: Fábula
  • Idioma: Español
Valoración CDL
2
Valoración Socios
1.8
Average: 1.8 (5 votes)
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Género: 

Comentarios

Imagen de Rubito

La novela tiene una acción desmesurada, que sobrepasa a aquellas que ya se podían criticar igual en la serie de Wallander – como La leona blanca o Los perros de Riga -, para acabar en un final abierto y de decepción. A pesar de plantear un fondo interesante y de otros detalles de brillantez, es posible que el desarrollo de la novela la relegue a la cola del ranking de calidad entre las novelas policíacas de Mankel ( de Ángel García Prieto ).

Imagen de kiki

Nada que ver con las novelas policiacas de Wallander, que son entretenidas y amenas en su lectura. Esta novela llega a cansar, y además, está escrita en un pensamiento vacío de profundidad del ser humano.

Imagen de Diciembre

Me ha decepcionado bastante. Esperaba una novela con estilo parecido a las de Wallander y me he encontrado un relato caótico, sin trabazón ni consistencia. El protagonista es la concepción del autor sobre el SIDA, y su rabia; todo lo demás son florituras. Los personajes y las escenas tienen la función de lubricante para hacer tragable el pensamiento del autor. Por eso, si pretendiésemos juzgar el relato por el argumento de una investigación sobre una muerte, encontraríamos bastantes incoherencias, inconsistencias, desaciertos, desconciertos y, como resumen de todo, engaños. El valor del libro habría que juzgarlo por el pensamiento del autor sobre el SIDA; en este caso, el libro es, entonces, patético: está plagado de tópicos; parece como si el autor se hubiera informado del fenómeno del SIDA en folletines de prensa amarilla. La depravación sexual tiene toda la indulgencia del mundo, mientras no sea pederastia. Las organizaciones benéficas de ayuda a los enfermos del SIDA caen todas bajo la sospecha de explotación, sobre todo si ponen a Dios como garante de su servicio, que entonces adquieren, además, un tufillo de fanatismo (en ningún momento se deja entrever que sea posible alguna excepción). Hay más (me parecen demasiadas) referencias a Dios, al que se le saca a colación para dejarlo en entredicho pidiéndole cuentas del desastre, para satisfacer algún que otro sentimiento irracional y, por supuesto, para dejar constancia de que tiene que estar fuera de las cosas humanas serias. Que estas tres cosas sirvan de botón de muestra de que la visión que tiene de las cosas que juzga es patéticamente frívola. Leerlo es perder el tiempo.

Imagen de apuleyo

Es una novela amena, que engancha, como todas las anteriores de Mankell. Pero, a mi juicio, no está a la altura de las anteriores.
En primer lugar, aquí no aparece el inspector Wallander, que tan familiar se había hecho a los lectores del novelista sueco. En segundo lugar, la trama resulta un tanto inverosímil en algunos detalles: ¿cómo puede la protagonista, sólo con su empeño, sin la ayuda de la policía ni de nadie especialmente ligado a la investigación, llegar a descubrir lo que descubre? En tercer lugar, destila mayor pesimismo que las anteriores: la dura realidad es la incomunicación existente entre la protagonista y su hijo, ésta va descubriendo que no sabía nada de él. Por otro lado, no parece resolverse el problema, porque no es posible, por lo que el final puede resultar decepcionante.
Para terminar, un comentario sobre la sinopsis de la novela, que aparece tanto en la contraportada del libro como en esta ficha: lo destripa todo, mejor no leerla.