Abram y su gente

Volver a contar la historia bíblica es el oficio de buena parte de la obra de Jiménez Lozano. Es el oficio del escriba, que ve y escucha y luego cuenta (o recuenta) la historia que, en sus entresijos, contiene el drama, siempre nuevo y siempre antiguo, del hombre. Se narra aquello que se ve y se escucha dentro, y los relatos bíblicos sueltos, oídos o leídos como cosas sucedidas a las que se ha dado muchas vueltas, se prestan perfectamente a ser contadas de nuevo. Las historias son hermosísimas y entran ganas de contarlas tal como se ven, al igual que otra historia cualquiera; y, como son las palabras las que dan el sentido, y además la historia se ha visto de otra manera, inevitablemente será distinta.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2014 BAC
175
9788422017622
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3
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4
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Imagen de acabrero

Jiménez Lozano es un gran conocedor de la Sagrada Escritura. Es muy difícil encontrar otro escritor en el panorama actual de la literatura española que pueda escribir con tanta naturalidad sobre las historias de la Biblia. Para poder adentrarse en ese género hay que dominar la situación y, si no, se dicen muchas cosas absurdas, sin fundamento ni contexto. Libros como este son muy necesarios para que los católicos se adentren en el Antiguo Testamento. Jiménez Lozano ya ha triunfado con otros títulos, como “El viaje de Jonás”, una recreación del libro del “antiprofeta” más curioso de la Revelación. Un libro verdaderamente divertido. En “Abram y su gente” hay muchas historietas que, para gente mayor con buena formación religiosa, son conocidas en buena medida, pero que son desconocidas para la mayor parte del público católico español. El autor hace literatura de cada relato, con el estilo propio que le ha hecho famoso, inventando algunas circunstancias, exagerando otras. Estas salidas del guion revelado pueden desconcertar a algunos o pueden ocasionar que otros, los que no sabían casi nada, se queden con ese relato y les choque más tarde el auténtico de la Biblia. Pero hablamos de detalles, nunca del fondo. Muy recomendable, muy entretenido, muy útil para que algunos se aficionen al género.

Imagen de Azafrán

José Jiménez Lozano construye un libro de 27 relatos, todos ellos engarzados en el contexto bíblico. El conocimiento que el autor posee de la biblia es el sustento sobre el que narra al lector lo que él piensa que pudo haber sido, sin modificar el relato contenido en la Biblia. Los 25 primeros se refieren al Antiguo testamento y los dos últimos al final de la vida de Jesús.

Se inscriben así estos relatos de José Jiménez Lozano en la tradición bíblica de los evangelios apócrifos aunque ateniéndose estrictamente a lo narrado en el texto Sagrado.

Lo que el autor “inventa” o contextualiza es el hecho de que los narradores de los pasajes bíblicos son los habitantes de un pueblo o de una pequeña ciudad que visitan la barbería. No tanto para utilizar los servicios del barbero cuanto para escuchar lo que allí se relata y que no son si no los pasajes bíblicos con las aclaraciones pertinentes ya de cosecha del autor.

El estilo narrativo que el autor elige es la manera propia de un relato oral, bien para ser leído en voz alta, bien para disfrutar de una lectura particular.

No sólo queda patente que José Jiménez Lozano ha realizado una lectura atenta y continuada de la Biblia, sino también que ha frecuentado esa otra biblia de las letras hispanas, El Quijote, pues parece en repetidas ocasiones que es el propio Cervantes el que narra al lector el suceso y sus circunstancias.

Con escasas pinceladas pero suficientes, José Jiménez Lozano caracteriza a los parroquianos de la barbería a tal punto que terminada la lectura de los veintisiete relatos ya nos quedan bien conocidos algunos de ellos: el barbero, Zequiel, de entendederas cortas, el Rabí, doña Sara…

Al final de cada relato el autor hace concluir a sus personajes aproximando el suceso a las circunstancias que les son cotidianas, de igual modo que procedemos habitualmente tratando de aplicar el entendimiento a los contenidos bíblicos para enriquecimiento de la propia vida. No está ausente la ironía de alguno de esos comentarios de los parroquianos del barbero. Aún, podría deducirse de alguno de ellos sabias opiniones más dignas de la cátedra que de una barbería.

La oportunidad de ofrecer al lector textos imbricados en la narrativa bíblica queda justificada por la globalización a la que hoy queda sometido el lector a quien llegan, afortunadamente, textos procedentes de los cinco continentes y cuya raíz cultural europea podría llegar a difuminarse.