El eco de los disparos

'Somos cómplices de lo que nos deja indiferentes', señalaba George Steiner. Cuando el testigo del abuso y la violencia mira hacia otro lado, cuando prefiere no ver ni saber, cuando esgrime el 'algo habrá hecho', cuando una vez pasada la violencia exige el olvido, y cuando este testigo representa a una mayoría, nos encontramos ante una sociedad enferma. Lo hemos visto en nuestro país con las heridas de la guerra civil, también en otros conflictos europeos, como la guerra de los Balcanes, o la Irlanda del IRA. Y la historia se repite. Han pasado cinco años desde que ETA anunciara el cese definitivo de la lucha armada. Desde entonces, una buena parte de la sociedad española y vasca parece estar dispuesta a pasar página, como si las últimas décadas de violencia hubieran sido tan sólo una pesadilla, como si la violencia que afectó a tantas personas dentro y fuera de los territorios vascos se pudiera circunscribir a un pasado cerrado. Pero la historia, la responsabilidad frente al pasado, no desaparece por prescripción, sobre todo cuando ampliamos la mirada y consideramos parte del conflicto no sólo a víctimas y perpetradores, sino a la sociedad que fue testigo de la misma -a veces testigo cómplice, a veces testigo amedrentado, a veces testigo indiferente-. Edurne Portela ofrece en este libro una serie de memorias íntimas de la violencia y defiende, a través de reflexiones sobre la literatura y el cine actuales, una cultura para el presente que ayude a afrontar las heridas del pasado.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2016 Galaxia Gutemberg, S.L.
2018
978-84-16734-11

Subtítulo: Cultura y memoria de la violencia

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Comentarios

Imagen de JavierCanals

~~Antes de comenzar a escribir narrativa, Edurne Portela ha desarrollado una trayectoria profesional universitaria en los Estados Unidos. Este libro no es una novela, aunque contenga algunos elementos de narrativa autobiográfica, sino un estudio sociológico sobre el proceso de normalización de la sociedad vasca (y en parte también la española) después de que ETA renunciara a la lucha armada.
 Un tema nada fácil, que Portela afronta por dos vías: una teórica y otra mediática, recogiendo ejemplos significativos de la literatura, la fotografía y el cine actuales.
 El «silencio cómplice», la «equidistancia» o la dificultad para ver una situación con los ojos del otro son algunos de los temas y términos recurrentes en sus consideraciones. Debe mencionarse que, en cierto sentido, es una visión desde «dentro» (Portela fue testigo directo de atentados, y vivió en su propia familia todos los sobreentendidos y las pautas tácitas de las últimas décadas de la lucha, incluyendo las «precisiones» terminológicas, pero madurada a muchos miles de kilómetros de Euskadi. Es llamativo que Portela considere necesario justificarse y reivindicar su derecho a exponer postura, en la que no esconde su condena de la violencia de ETA y de los conocidos excesos de los órganos estatales, incluyendo los GAL.
 Para mí, este libro ha supuesto el descubrimiento de algunos autores y algunos cineastas actuales que afrontan este tema desde enfoques muy distintos, incluyendo la vía «jocosa» de Ocho apellidos vascos o Fe de etarras, pero también esbozos más serios como Negociador, Tiro en la cabeza o Asier ETA biok. Portela analiza especialmente la reacción de los medios, de los partidos y de las asociaciones de víctimas ante estos intentos de plasmar en arte este capítulo nefasto de la historia. Me parece una lectura muy interesante por las perspectivas que aporta.

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A pesar de la limitación del miedo a hablar el trabajo es de un enorme interés. Leer artículo...