Viaje con Clara por Alemania

El autor y Clara realizan un recorrido por diversas ciudades del norte de Alemania; desde Bremen hasta Berlín. Ella con la intención de escribir la crónica del viaje, él, su esposo español, como chofer, fotógrafo y documentalista. También se encarga de enfadar a su esposa, dadas las personalidades tan diferentes de ambos.

Una parodia humorística de los caracteres alemán y español (vasco en realidad) y cómo pueden chocar sin que por ello se rompa el matrimonio.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2010 Tusquets Editores, S.A.
516
978-84-672-4444-1

Edición del Círculo de Lectores.

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Al leer este libro vale la pena fijarse en dos cuestiones; primera y principal el estilo literario que utiliza el autor; la segunda referida al choque de caracteres de sus protagonistas: hombre-mujer, español-alemana. Clara denomina a su esposo con el sobrenombre afectuoso de Ratón; él conoce a su esposa como la Guapa y también la señora escritora.

El autor describe el carácter de Clara: "No es de suyo expansiva"; "por las mañanas practica el abatimiento"; "con ese pesimismo suyo que yo no sé si es una estrategia para amortiguar decepciones o simple renuncia a ser feliz"; "élla tenía uno de sus días combativos"; "¿cómo extrañarse de que escasee la honradez en el mundo si mi mujer la acapara casi toda?"

A Clara le molestan las bromas de su esposo, que hable en voz alta de forma que otros puedan escucharle, su forma descuidada en el vestir o lo que piensa que pueden ser faltas de delicadez hacia élla. Él, profundamente enamorado escribe: "Me ardía dentro del pecho la certidumbre de haberme convertido en un monstruo para ella. El típico desagradecido, el típico gruñón, el típico pelma" (pág.453). Pero después de un mes de separación obligada Clara confiesa: "No te imaginas cuanto añoro tus ironías inoportunas, tus provocaciones insoportables, tus bromas pesadas" (pág.458).

En ese contexto el autor señala la importancia del silencio: "Yo callaba, yo aguantaba, porque si uno no calla, si uno no aguanta, no sirve para marido" (pág.481). De vez en cuando una ironía muere dentro de su garganta sin atreverse a salir ya que piensa: "Por motivos menores se rompen muchos matrimonios". Otras veces permite que sea Clara quien se imponga y anota: "Vencido, me supe más simpático, más sociable, más digno de su afecto" (pág.372).

El estilo que utiliza el autor es coloquial. Arámburu se repite a si mismo que se trata de unos apuntes de tipo personal, que nadie los va a leer. Lo hace para escribir con más soltura y se lo aconseja así a Clara: " Hazlo como si se tratara de una carta ajena a la literatura. Una carta rápida, dirigida a tu padre, a mí, a tu hermana, qué más da. El caso es que te salga un texto fluido: improvisación absoluta, frases cortas, lengua llana" (pág.363); y también "las líneas justas, en tono mesurado incluso austero, sin sombra de pretensiones líricas ni exceso de información erudita" (pág.389).

El autor centra su erudición en los términos que utiliza; palabras castellanas poco usuales, expresiones coloquiales de escaso uso literario que en ocasiones nos hacen preguntarnos si serán errores de imprenta o términos traducidos de la lengua alemana. Así por ejemplo repite la expresión "me serraba los nervios", o también "la esperé obra de dos horas". Pese a afirmar que no tiene pretensiones líricas el autor incluye en ocasiones (quinientas páginas dan para mucho) descripciones hermosas o imágenes sugestivas: "A Clara se le enfadaron las cejas nada más pararse delante del cartel de los precios". Después de visitar a un matrimonio ecologista los describe con pocas palabras: "Ejercer sin descanso la acusación y la crítica, y vivir en un estado de cabreo incesante" (pág.323).

Por último, el humor que tanto molesta a Clara pero que regocijará al lector. En un momento de desánimo frente al río Elba el narrador bromea: "Al final no me suicidé [arrojándose al río] por no mojarme" (pág.144); igualmente cita una canción alemana que dice: "Todo tiene un final, sólo la longaniza tiene dos". Ante una manifestación de extrema derecha anota: "La abundancia de gafas negras daba al mocerío escasamente silencioso la apariencia de una congregación de ciegos" (pág.413).

Arámburu, como sus contemporáneos, tiene una concepción naturalista del sexo. Es especialmente molesta la descripción minuciosa que hace de una visita -sin Clara- a una sala de estriptis en Hannóver o la contabilidad de los coitos realizados con su santa esposa. De hecho la relación entre ambos se inició precisamente así: "De allí nos fuimos a su colchón y el resto es matrimonio" (pág.303). Hay gansadas sin gracia, como el intento de resurrección de los filósofos en el cementerio de Berlín.

Podemos concluir diciendo del libro que se lee fácilmente y en ocasiones recuerda a otra obra de viajes, "Danubio" de Claudio Magris; sólo que Arámburu tiene mucha más chispa, más humor. Leer artículo >>