Mi credo

Recopilación de textos de Hermann Hesse (1877-1962) acerca de sus creencias y la búsqueda de una espiritualidad para su vida. Mi credo es el título de uno de ellos. Fue publicado como libro en 1971 -por lo tanto después de la muerte del autor- y agrupa textos tomados de distintas publicaciones e incluso de cartas personales.

Hesse fue hijo y nieto de pastores luteranos que habían misionado en la India. Descontento con las iglesias organizadas, buscó inspiración en la espiritualidad oriental. Al final de su vida se consideraba a sí mismo como un cristiano imperfecto, ya que no creía que Jesús fuese Hijo de Dios más allá de lo que lo podía haber sido cualquiera de los autores espirituales y fundadores de religiones a lo largo de la historia.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1976 Bruguera
187
978-84-02-04638-X
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Hijo y nieto de pastores luteranos en la India, su madre había nacido en aquel país, quizá es por ello por lo que el autor escribe que "ya desde niño respiré y viví a la vez el hinduismo espiritual y el cristianismo" (pág.82). Hermann había sido destinado por su familia para continuar con el ministerio pastoral y a los 14 años fue ingresado en un seminario, del cual se escapó. Lo explica así: "Mi camino cristiano se vio interceptado por una educación de rígida piedad, por la ridiculez y las discrepancias en la teología, por el tedio y la vacuidad de la Iglesia" (pág.123).

En 1911 el autor viajó a Ceilán e Indonesia donde entró en contacto con la espiritualidad oriental. Escribe que "el mundo de la religión y la poesía hindúes era infinitamente más atractivo (...) y mi fantasía podía correr libremente. Recibí sin el menor esfuerzo los primeros mensajes llegados del mundo hindú, y su influencia se ha prolongado durante toda mi vida" (pág.83). El autor creía haber encontrado su camino, practicó el yoga y buscó la iluminación interior del espíritu, aunque posteriormente evolucionaría.

Para Hesse hay tres etapas en la vida del hombre: La infancia, edad de la inocencia. El estado de culpa, en el que el hombre se interroga sobre el bien y el mal, la moral, las religiones y los altos ideales. En esta etapa está sometido a las leyes, al temor y la desesperación. La última etapa es la de la fe, la gracia y la liberación. Para esta fase aconseja "perseguir el bien en la medida de nuestras fuerzas, pero no sentirse responsable de la imperfección del mundo ni de la nuestra propia". Y añade "No nos gobernamos a nosotros mismos sino que somos gobernados; y hay un Dios, o por lo menos algo por encima de nuestro conocimiento, a quien hemos de servir y en cuyas manos podemos abandonarnos" (pág.88).

De la mayoría, que no ha alcanzado ese nivel de fe espiritual, dirá que, "Buscan su fe en la Iglesia, en la ciencia, en los patriotas o en los socialistas, o donde quiera que haya una moral, programas y preceptos establecidos" (pág.131). Para él, sin embargo, "no es la Iglesia sino la conciencia individual, quien constituye la última instancia para decidir entre el bien y el mal" (pág.10). Este credo -concluye- "no obedece órdenes, ni se puede llegar a él por la fuerza. Sólo es posible experimentarlo" (pág.131). Parece una tesis luterana.

En las ocasiones en que habla de Jesús, el autor lo hace junto con Buda, LaoTse, Confucio e incluso con Sócrates. Hesse no cree que Dios haya tenido un solo hijo, aunque reconoce en Jesús el mérito de ser el único que llama padre a Dios. Él, sin embargo, desconoce la filiación divina, lo que le arrastrará a la desesperación al no poder escapar de la subjetividad de sus creencias.

En resumen, Hesse se nos presenta como un hombre que rechaza cualquier norma objetiva, que cree en la subjetividad del espíritu pero suspira por "un credo que ayude a vivir" (pág.133). Aparece como un hombre que lucha contra la culpa y en una ocasión llega a preguntarse "por qué no pudo cautivarme la profunda y conmovedora fe de mis padres" (pág.109), La respuesta la conocemos, y es porque trataron de imponerle la religión de una forma autoritaria y su rechazo le llevó al sentimiento de culpa y a buscar alternativas donde y como pudo.

Descubrimos algún tipo de patología espiritual en el autor que, por otra parte, no aporta nada nuevo a los lectores y por eso no lo considero recomendable.