Mar abierto

A sus dieciséis años, y antes de entrar a trabajar en la mina, como su padre, Robert Appleyard decide viajar por la región y, mochila al hombro, deja atrás Durham. La Segunda Guerra Mundial acaba de terminar y todavía se percibe la depresión y la escasez en la campiña inglesa.

Tras duras semanas, en las que se ofrece aquí y allá como mano de obra para conseguir comida, recala casualmente en una aislada casa en lo alto de una ladera, con maravillosas vistas al mar, donde vive una mujer que ya ha superado la cincuentena. Excéntrica, independiente, amante de la buena literatura (y de la buena comida), Dulcie Piper ha visto mucho mundo. La amistad que trabarán durante ese verano perdurará toda la vida, y abrirá a Robert caminos inesperados.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2021 Tusquets
224
978-84-9066-982-2

Traducción de Victoria Alonso Blanco

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Novela de formación, en tono intimista, ambientada en Inglaterra meses después de la Segunda Guerra Mundial. El relato está narrado en primera persona por el protagonista, Robert Appleyard, que en su vejez rememora “qué ha sido de su vida”, sus años de adolescencia y un encuentro crucial que marcó su futuro. A sus dieciséis años y terminados los estudios básicos, su destino en el condado de Durham es entrar a trabajar en la mina como su padre y como su abuelo, como todos los jóvenes de su edad. Pero, antes de atarse a la tierra, Robert quiere conocer otros lugares, experimentar otra realidad, y viajar hasta Yorkshire para conocer sus bahías y ver el mar, el mar abierto. De esta forma, con una mochila, una muda y algo de comer, comienza un viaje iniciático, un camino de iniciación y de formación, en el que poco a poco se irá conociendo a sí mismo, pues  “todo viaje es una búsqueda de identidad” (p. 66).

En este viaje Robert, “un mozalbete vagabundo y enclenque de la gris cuenca minera”, visita aldeas y pueblos, realiza trabajos esporádicos para poder vivir, y sobre todo conoce a personas generosas: la más importante es Dulcie Piper, una mujer mayor, muy culta, extravagante y cosmopolita, que vive en una colina con su pastor alemán Butler. En esta amistad desigual (por edad y por clase social), Dulcie le descubre al chico el mundo de la literatura y de los grandes autores, especialmente el valor de la poesía y su forma de interpretar el mundo, y le propone realizar estudios universitarios. Por su parte, Robert le devuelve a Dulcie la alegría y la fortaleza para enfrentarse a su pasado y al dolor por la pérdida de un ser querido.

En conjunto, Benjamin Myers ha sabido crear una historia de amistad, con cierto aire de misterio, en la que destacan el valor de la superación personal y la ayuda de aquellos que confían y creen en las posibilidades de los demás, más allá de las apariencias, siempre superficiales. Pero, además, en la novela destaca esencialmente la forma de expresión narrativa: la belleza de las descripciones de los paisajes ingleses (los campos, las montañas, el mar, con una adjetivación rica y variada, y la detallada enumeración de sus plantas, flores y arbustos) y la cadencia y el ritmo de la narración, a pesar de las alusiones a la guerra y a sus devastadoras consecuencias. Porque como afirma el protagonista, ante el hermoso espectáculo de la naturaleza en plenitud, lo que impulsa a los seres humanos a agarrar los pinceles o componer versos es el deseo de plasmar esa sensación que acelera el pulso, ese “ahora” que evoca una vista tan arrebatadora como inesperada, “el arte es un intento de atrapar el instante en ámbar”.