La locura de la guerra

 

La historia, sobre todo la más reciente, nos muestra como en el comienzo de las guerras hay, con frecuencia, un hombre ambicioso, ególatra, pero sobre todo loco. Las guerras llevan a la destrucción, a la muerte. Nunca la Humanidad ha presenciado tan en directo el desarrollo de una guerra como la actual de Ucrania. Hay otras guerras en otros puntos del planeta, pero por ser de menor entidad y también por tener muy poca repercusión en Occidente, no las seguimos día a día.

Pero de la de Ucrania vemos a diario, en las noticias, las barbaridades que van ocurriendo. Es verdad que los periodistas a veces engañan. Las imágenes que los telediarios nos muestran son siempre de destrucción y es difícil hacerse cargo de qué es lo que pasa en otros barrios de la misma ciudad que ha padecido bombardeos y tiene edificios, a veces muchos, destruidos. No  somos apenas conscientes de que hay muchos habitantes vivos en Mariupol, a pesar de tanto bombardeo y destrucción.

En todo caso algo sabemos del número de muertos, aunque no sean más que aproximaciones, pues nadie tiene el dato exacto de cuantos soldados rusos han caído en estos días de guerra. Y aunque estemos más informados, es muy difícil saber el número de muertos en Ucrania, entre militares y civiles. En todo caso nos encontramos con centenares, quizá miles, de fallecidos en poco más de dos meses y todo por la locura de un hombre. Y lo seguimos muy de cerca. De la locura de Hitler y de las consecuencias en la Segunda Guerra Mundial tenemos un conocimiento ya lejano. La locura de Putin la comprobamos cada día.

¿Hasta cuándo pretenderá este personaje seguir con esas matanzas y esas destrucciones? Seguramente nos hemos preguntado qué pensará el ruso medio, un ciudadano normal de Moscú o San Petersburgo. Pero es algo imposible de saber porque cualquier persona que manifestara públicamente, en ese país, su opinión en contra del presidente loco se juega la vida. No se anda con consideraciones. Por algunos reportajes aparecidos en la televisión, da la impresión de que los rusos están encantados con la barbarie. ¿Pero qué pasaría si hubiera una encuesta anónima en aquel país? ¿Saldría el sí a la guerra como mayoría?

Es muy poco probable que haya en Rusia tantos locos. No podemos pensar que entre la población predominen quienes estén totalmente de acuerdo con las matanzas y las destrucciones. Locos siempre ha habido, en cualquier lugar, pero no son mayoría, a Dios gracias.

Sin embargo, observar estas locuras tan evidentes nos debe hacer pensar en otras locuras más escondidas y tanto o más dañinas que la guerra. “Decía Benedicto XVI: existe un hondo parentesco entre el espejismo comunista, la locura nazi y el liberalismo democrático tal y como lo conocemos hoy en día. Hay varios puntos fundamentales en los que coinciden estas tres ideologías. Pretenden lograr la felicidad del hombre, se quiera o no se quiera. El comunismo y el nazismo inventaron los campos de exterminio. La ideología liberal democrática se vale de la persecución mediática y del adoctrinamiento desde los primeros años de vida. Esas son las señales de una sociedad que se cree el único horizonte de la humanidad, la única referencia política, económica y social”[1].

Ángel Cabrero Ugarte

[1] Card. Robert Sarah, Se hace tarde y anochece, Palabra 2019, p. 358

Comentarios

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No voy a defender a Putin ni un pelo -que no lo tiene-, pero también hay que comprenderle. No se puede tomar a un país que tiene fama de belicoso -Rusia- rodearlo de misiles que lo apuntan, por ejemplo desde Polonia, y esperar que no reaccione. Lo han dicho el papa Francisco y más recientemente Emmanuel Macrón, hay que dar una salida a Rusia. Más valdría que fuera la OTAN la que negociase las condiciones de paz, en vez de poner a Ucrania por medio desgastándose hasta la extenuación.